lunes, 21 de noviembre de 2011

30-Noviembre-2009 (y 3)

-Claro que no se soportan, y así lo confiesan. La confesión es su manía porque se lo pueden permitir: Tienen vergüenza y son desvergonzados, y en cada confesión de odio a sí mismos hallan la solución a lo confesado. Siempre les queda la imposibilidad como moral, el límite como virtud, la destrucción como conservación.
-No se trata de qué hacer, sino más bien de qué pensar, de qué sentir. Y ni siquiera se trata de esto. Se trata, más bien, y eso sólo a veces, de por qué decidir qué hacer, qué pensar, qué sentir. Tanto el dolor como el placer argumentan sobre lo que no son ellos, siempre el dolor sobre el placer y el placer sobre el dolor, y ambos siempre sobre otra cosa, sobre algo más que sí mismos, y, sin embargo, permanecen placer y dolor incapaces de salir de sí. No se trata de quién se es, ni de cómo se llega a ser quien se es: Eso también es una falsedad que brota de la falsedad de ser, como si ser no empezase y terminase en nada. Y, así, el sufrimiento tienta contra las imposibilidades y el placer a favor de las posibilidades, como si hubiese alguna diferencia. En cualquier caso, si se sufre, este sufrimiento no indica nada: Más bien, la única labor que se puede hacer es saber y decir si uno está dispuesto a sufrir, y tanto el sí como el no tampoco significan nada. Y, en medio de todo esto, se vive.


[Tom Hunter. Hallowe'n horror, trick or treat thugs break mum's bones]

-Sólo existe un sacrificio, el de lo grande a lo pequeño, el de lo más a lo menos. Es muy dudoso que el sacrificio sea una forma de amor, y ya no digamos que sea la más sublime manifestación del amor. Y sólo existe una injusticia, la de lo pequeño y menos que juzga y condena a lo grande y más. Entre la opinión y la verdad hay la misma distancia que entre un necio y la sensibilidad: El truco consiste en una simplicísima metonimia.
-Por supuesto que se puede ser humano sin humanidad, pero esto sólo es posible sin caer en la inhumanidad y sin haber empezado por la inhumanidad. De hecho, no ser humano no significa ser infrahumano o inhumano, sino desplazar el centro de gravedad: Ya no es el corazón el punto de apoyo, lo que no quiere decir que deje de contar: Es el punto de apoyo, pero duele. ¿Y por qué puede llegar a suceder esto en quien después de mucho sufrimiento había llegado a ser plena y cordialmente humano? Fácil: Porque se había sufrido en exceso, para no seguir sintiendo el sufrimiento. Es decir: Para seguir sintiéndolo todo y aniquilar toda esperanza de que haya algo más que sufrimiento y de que eso que no es sufrimiento tenga un correlato real.
-La humanidad se desveló, y sigue haciéndolo, cada vez que se dice: “No puedo vivir – y tengo miedo a morir”.
-Un paso más hacia el precipicio. Tampoco esto es para tanto. La cuestión es cómo ir acercándose al abismo.
-Toda la estética, toda la estilística es absolutamente nada. Ni la estética del estoicismo, ni la del libertinaje, ni la de la fe, ni la del escepticismo; ni la estilística del autocontrol y retención de la expresión, ni la del libre fluir de las impresiones hacia fuera. Quiere esto decir que no es cuestión de ética, esa rémora elegante, cada vez más sofisticada, de pose en pose. Sólo tienes dos verdades: Estás vivo, morirás.
-Nunca los contentarás: Eres libre. No eres libre: Nunca los contentarás.
-Si pudieses, si pudieses hacer durar la furia, no importa cuál, la furia de la intensidad o la furia de desaparecer; si pudieses hacer durar la furia tan sólo un poco más que la verdad. Si pudieses.
-¿Cuándo sabes que todo ha acabado, que estás completamente acabado? ¿Será cuando te haces esa pregunta?
-Abre la mano. ¿Duele? Es que ahora al dolor de la profunda herida en la palma de la mano se suma el dolor de verla.
-Cada vez que tienes miedo a hacer daño y te endureces como aquel del “No lo puedo evitar”, recolectas todo el sufrimiento del mundo y te golpeas con él. ¿Merece la pena, realmente merece la pena? ¿Y lo contrario: Merece la pena?
-Cuando se termine el miedo, eso es lo que da miedo. Y, sin embargo, también el miedo se acaba.
-Todo “Aún” es un “A pesar de que ya no queda nada”.
-Todo lujo es un exceso, y todo exceso es un lujo. Ahora créete, por qué no, para variar, lo que te han dicho. (De todas formas, esto no juega en tu favor ni en el de ellos, pero, tal vez, sí en vuestra contra, o al menos en la tuya). Créete que, por excesivo, eres un lujo, y el lujo, por excesivo, está demás. Y lo que está demás, sobra, y lo que sobra, dice la lógica, sobra porque no es necesario, y si no es necesario es porque su existencia es un mal, y un mal, por estas latitudes, es lo que hace daño. Esto dice la lógica. También se puede pensar que si eres un lujo, quién se puede permitir ese lujo. De cualquiera de ambas maneras de entenderte, sufrirás.
-¿Y por qué no ibas tú a confesarte? Porque lo que tienes que decir ya se sabe y nada se quiere saber de eso. Lo tuyo no es una confesión, pues ¿qué confesión es esta de decir sufrimiento y sinsentido? El sufrimiento y el sinsentido hacen que tu vida dé vergüenza, nada mejor para propiciar la confesión, pero el sufrimiento y el sinsentido no son confesables, pues no hay confesor ni fe en el confesor. Sólo sabes que el sufrimiento durará siempre y que el sinsentido durará siempre, y que el sinsentido hará que el sufrimiento dure siempre, y el sinsentido, cuando empieza, jamás cesa – porque no es que trascienda el tiempo: Se convierte en el tiempo mismo. De ahí que pueda haber algo infinito: La triste, la tristeza infinita.
-La tristeza es lo más parecido al suicidio. ¿Y en qué se parecen la tristeza y el suicidio? En que tendrías que haber preguntado antes, en que no tendrías que haber nacido, en que te van a culpar. Son comas las canciones bonitas: Llega un momento en el que para seguir escuchando música tienes que escuchar, solamente, a las furias.


[Lovis Corinth. Sansón ciego]

-Ni siquiera se le puede dar la vuelta y decir: “El resto son palabras”. ¿De qué sirven los juegos? Palabras y silencio: Esa es la sustancia, esas son las esencias de las que se compone esta descomposición llamada vida.
-Está la tensión de lo que retuerce en lo mínimo, en el casi silencio, en la casi palabra, en la casi lentitud. Santos y santas recomiendan que se relaje la tensión. ¿Hace falta añadir algo?
-Y por fin lo posible y lo imposible se funden, indistinguiblemente se confunden. La decisión, cualquier decisión, queda inutilizable. Por fin se ve la noche cara a cara. Mañana no habrá más – ya no hay mañana.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

30-Noviembre-2009 (2)

-No salgas a flote: También puedes escarbar. Y eso es para ser, recuerda, como todo.
-El gusto se agua; el corazón no se ahoga: Se asfixia. Ahora bien, la lógica viene a salvar la situación, el corazón respira y todo está perdido.
-Agárrate no a la falta, sino al defecto, y a partir de ahí, arráncate, no permitas ni la yema de una raíz. Se acabará.
-Sólo hay un deseo legítimo: Deshacer toda la vida y, quizás, no volver a empezar.
-¿Vuelta, siempre, a las flores insensibles? Pero ¿ya está todo?
-Hay justicia en este mundo, también en que no sea la víctima quien ejecute y disfrute el que se le haga justicia.
-Si de algo valiera la cultura (y sólo vale, para arrojarla al basurero, para los cultos) se podría decir: Sobre el fondo de los violines de Shostakovich (si a esto se le puede llamar fondo, como una tela de araña rota y perlada de cuchilladas, re mi bemol do si) resuena casi en silencio una marcha fúnebre de Satie; y entre todas las notas lo que no tiene lugar en ningún pentagrama, y esto es la voz que grita.
-Metamórfica, siempre deformada – porque no se puede decir que la vida esté in-formada, ¿verdad? Luego viene la estabilidad a guerrear contra ese caos que es el cosmos. Seguimos – sin nunca llegar a nada.
-Llega ahora una nimia anécdota llamada dinero. Llega y ya se ha ido.
-También la autodestrucción es un trabajo: Y esto es lo que hay en su contra.
-Qué envidia la energía: Teniendo un poco más de energía, se acabaría antes.
-Bien, ¿y cuánto dura? Por ahora.
-Repítelo. Por lo menos repítelo hasta que se agote. Y luego, cuando se agota la repetición, repítelo hasta que lo repetido te repela.

[Grosz. Suicidio]

-Y puedes habitar en la más extrema pureza. De nada valdrá: La pureza quedará eclipsada por lo extremo. Aunque por las venas corre la sangre, y las venas surcan la piel, y la piel cubre la carne, y la carne se hunde en sí misma, y por debajo de lo que está en sí mismo hay otra carne, otra piel, otras venas, otra sangre: No late en cada latido, no vibra en cada vibración, no brilla aunque, sí, aunque, aunque ciegue. Y los ojos se ciegan y dejan de ver y pueden ver y no ven aunque se caigan los párpados, aunque el sueño lo invada todo con su lucidez de la noche de las noches: Siempre sigue con una furia que se confunde entre la duración y la desaparición, como si la vida fuese ese ínterin que media como medio entre lo que no acaba de ser y no termina de ser, y en los intersticios de la conciencia, por donde lo que siempre calla se arrastra acallado para durar y para acabar de una vez, en esos huecos tan llenos como la culpa, como la suciedad, como el exceso, en esos lugares que se cierran alrededor de lo abierto sin límites, ahí, aquí, la voz, el filo, lo que no se puede aprehender, de tan intangible, de tanto odio como si fuese amor, como si el amor fuese odio, como si no mediase distancia entre cierto amor y cierto odio, como si esa furia, esa fiebre, esa inutilidad que acaba en nada, que comienza en nada, que dura para y en nada, como si todo eso que no tiene ser ni nombre, como si eso que se odia fuese el mismísimo amor, como si todo el universo se empeñase en despeñarse contra lo que lo transgrede, contra lo que lo abole, contra lo que lo devuelve al origen que es la finalización de sus fines, y, así, con cada expresión se alinean las huestes y los planetas y las estrellas, sí, todas las estrellas formadas en orden de batalla contra lo que las atraería si aún fuesen siendo estrellas: Pero he ahí que una vez aquí las estrellas se copian y se acogen a los puertos, a sus órbitas, y todo lo demás ha de ser destruido para poder, para poder seguir aparentando ser estrellas, para poder recordarse estrellas.
-¿Analicemos? Analicemos ahora todo lo que se encuentra con lo que se encuentra en la desesperación más desesperanzada, porque lo segundo, al borde de la inexpresión, ha de permanecer en la retícula de los alveolos, en secreto, como un secreto, de la naturaleza de los secretos, inexpresable, secreto, del pasado. Así que analicemos lo que se encuentra con lo que ha de mantenerse en secreto. Pues bien, todo era verdad: Eso se conserva en la seguridad de poder desvelar todos sus secretos: Como se ha guardado en un margen la posibilidad de la imposibilidad, siempre quedará la confesión: “Pero no he podido, y esta es la prueba de que todo ha sido venial y de que todo queda más reafirmado que antes”. Y en ese estado de llenura acontece la mengua, la lenta extinción, la profunda entrega, el odiado sacrificio de lo que se ha de mantener al borde de la inexpresión, en secreto, secreto, desesperación más desesperanza.
-Y qué es lo que ha de venir salvo lo que, pasado, no ha pasado.
-Epiménides se dejó escrito. Dijo que mentía hasta el final, hasta el fin. Sobre el brocal de su piel lloran, incólumes, todas las cebollas.
-Y hablando de cebollas (¿lo notas, sientes cómo molesta tu existencia, cómo te odian, cómo incordias, hasta el fondo del corazón, cómo cada vez que te expresas molestas?), habrá que hablar de serpientes: Una piel que habría que preguntar si es marcescente o si aún se regenerará en una serpiente, en otra serpiente, en cebolla que no es nada sin sí misma en esa plétora de pieles que no acaban de ser la propia cebolla. Cuando abras la mano, cuando la abras.
-Hay unos versos. Quizás sean malos. Quizás. Quizás sólo estén sin vender. Hay, en definitiva, unos versos que terminan “vamos”. Y hay otros versos que terminan “dónde estás por qué no vienes a buscarme”. Como se puede sospechar, llega ahora la lógica: Pues bien, ahora bien, si en todos estos versos palpita la nada que se pone en la existencia como un corazón que se deshace como un suspiro, como un suspiro, como un suspiro que va a más, que crece, que se sale del pecho y no cabe en lo que no se puede decir, en lo que no se puede decir, un grito que ha de ser callado para poder ser, para que no moleste a los que molestaría. Ahora bien, aquí está de nuevo la lógica; ahora bien, ahora ni siquiera emplear la lógica: Te empalarían contra ella.

[Francis Bacon. Figure with meat]

-Y no preguntes. Ni un signo de interrogación. No vaya a ser que crean – que crean que los sueños son reales; no vayan a decirte que molestas; no vayan a condenarte con su yo por delante. No vaya a ser, no vaya a ser que los únicos caminos del mundo sean cicatrices; no vaya a ser que toda la inocencia de tu existencia concluya en una cruz. Por otra parte, ¿tú qué importas? Si vas tras la razón, la respuesta es obvia: Nada, absolutamente nada.
-También, esto es lo malo, siempre, este “También”. También queda la inocencia que no sabe de edad ni de experiencia. Y esto es lo malo: Esto es lo realmente malo, esta inocencia que es, sí, sólo una expresión. Una expresión, una inocencia… Y en lugar de estos puntos suspensivos vendría algo hermoso. Hay que guardar silencio, aunque el resto, sea incluso el resto lo que se comparte, sea belleza.
-Porque hay unas palabras que aunque rememoren ante el que ha venido desde el pasado a través del presente a ser completamente, se hacen maliciosamente sospechosas. No abras la boca: Cuando se les corta la cabeza, las cucarachas tardan dos semanas en morir de hambre.
-Complace. Es fácil: Finge, sonríe y mátate sin molestar. No le tengas miedo a la práctica.
-¿La calidad? Primero, contra el ingenio. Segundo, contra la confesión. Primero jamás expreses la calidad fuera de hora. ¿Y cuándo es la hora? Vaya, qué pregunta: Nunca.
-Deja que todo se exprese: De lo contrario, la venganza será terrible. No tienes lugar, así que deja que se expresen por ti. Hay una belleza en lo mínimo, ¿recuerdas? Era algo así como “de palo”. Claro que ahora puedes irte a los cuentos: Érase una vez un cantero, o un picapedrero, o como se llame, alguien que devastaba la cantera, la piedra. Préstale atención a toda la expresión por más insolvente que sea: Recuerda que el cantero, o el picapedrero, o lo que sea, labra en la piedra un teatro. Así que tómate en serio todo lo que no seas tú, todo lo insolvente, todas las máscaras. A esto queríamos llegar: Seca la fuente de las lágrimas, borra el maquillaje que deja en sus pálpitos, a su paso a paso, la babosa del corazón: Tómate en serio, con toda la seriedad de la realidad, las máscaras. Y no te detengas a desenmascarar: Érase una vez un cantero, o un picapedrero que labraba la roca y alzaba el teatro de su confusión con la piedra para las máscaras. No, no te muevas: Cualquier gesto será un delito de extrema unción. Deja que todo te exprese. Aguanta: De todas formas, no lo dudes, aunque no quieran, aunque (esa palabreja que tantas entrañas desentraña) no guste, explotará.
-En serio, la más extrema seriedad descarrila a ambos lados de la llamada, de la defendida realidad.
-No era un sueño, ¿eh? A Joyce no le corregían y los exégetas, que aún están locos entre sus palabras, aún no le han dado las gracias: En sus casas se respira esa felicidad de los mentirosos que son felices y no se atreven a confesar por qué.
-Y si tú no tienes energía, ni la tuviste ni nunca la tendrás, jamás reniegues de la energía. Vampiriza. Abandona la nostalgia, el alimento, y no te permitas ni una lágrima: ¿Sabes cuánto te va a costar? Porque de todas formas vas hacia la desaparición absoluta. Por cada lágrima que no se desliza por tu piel se intensifica la dureza, la ausencia absoluta de intensidad: Y si esta era repudiable, la dureza lo es en la misma medida. Cuando aprendas tu desmedida sabrás lo que nadie sabe, lo que nadie, con la boca llena de sí, quiere saborear: Que por cada poro saturado por la dureza hay un poro saturado por la intensidad. En la nada de tu ser, en la absoluta nada de tu ser, en la profunda, completa, perfecta, inagotable, pura y dura e intensa nada de tu ser horadan seres. En la profunda, elevada, acabada, presente, omnipresente nada de tu nada. Y la dureza es peor, se quiere lo peor, peor que nada. Y tú no puedes nada y te entregas a la nada, y te arrepientes, cada segundo te arrepientes.

[Tracey Emin. My bed]

-¿Y para qué tanta paciencia? Bien: Pues para nada, igual que la impaciencia.
-Toda esa teatralidad de la calma, de la serenidad, de la inexpresión traducida a expresiones al servicio. Todo ese estar a expensas.

viernes, 11 de noviembre de 2011

30-Nov-2009 (1)

Queridos amigos, aunque Roberto no escribe nada nuevo para el blog, con su permiso publicaré en tres entregas estos textos de hace años. A falta de título, debido a su naturaleza hasta ahora privada, irán encabezados con la fecha de su recopilación definitiva.


30-Nov-2009 (1)

-Detrás de un trago viene otro trago. Sólo hace falta saber contar hasta el infinito: allí acabará.
-¿Despacio?, de cabeza al abismo, quemando posibilidades inagotadas, así se llega al otro lado de los límites. Es fácil, en el fondo de todas las posibilidades no palpita, no brilla, calla la imposibilidad, y es ahí donde, sin espacio, sin aire, sin luz, no se vive, no se muere, no se desvive: Se encuentra la falta más allá del placer, más allá del dolor, más allá de la vida y la muerte, sin umbral, sin instante, en un estado que declara abolidas paz y guerra en una indiferencia de desesperación desapasionada, afiebrada con todos los vicios, esos que son la virtud del mundo, cosa ni siquiera redonda, ríete, por no llorar, de Timeo.
-Va a abrazar y todas las distancias infinitesimales se abren en espinas que se clavan en la sensibilidad, directamente, y las heridas aguantan el aliento. Nada se nota. Ahora comienzan las marejadas de la verdad, ese pequeño detalle sin rostro que atraviesa, llenándolas, todas las noches de la noche y mira a la cara y no deja punto ni coma ni lugar al contacto: En el más benévolo de los infiernos las sombras vagan solitarias por el foso donde las cucarachas y las ratas sonríen casi muertas, aún durando, a la espera.
-¿No arde? No vale. ¿No quema? No sirve. Todas las utilidades terminan en el sinsentido del alma. Ni las cenizas ni el humo: no queda nada, ni sombras ni ecos. Por aquí transitan las llamas que consumen los seres y las posibilidades. ¿Que no vibra, que no hace vibrar? No más allá, no más arriba, no adentro, sin elevación, sin superficie: aquí.
-Pero ahora comienza la suciedad de las noches, de los parques, sin metáforas ni baladas. No hay banda sonora: el más originario silencio pulula con pasitos de ángel por los cristales y las cuchillas. Si no hay ocasión, si no acontecerá, aún, aún, vamos, aún.
-Calcula la inversión. También el corazón es un pedazo de carne.
-¿Cuándo es tarde? ¿Lo sabes? Sí: Cuando no sé si hay tiempo.

[Marcel Duchamp. Etant donné - 1° la chute d'eau - 2° le gaz d'éclairage]

-Y cada vez que te destruyes, no destruyes el mundo. Ahora bien, ¿qué mundo?, ¿qué tú? Detrás, delante, en cada algo de lo que te desprendes, que te ha soltado, no hay buena conciencia: Hay plena conciencia y lo que precede a la buena conciencia: La calle, la miseria, la consunción de lo posible – porque todo era imposible, porque se va afilando el filo en el que resplandecían las posibilidades, suaves, agudas, luces en la oscuridad, como si hubiese luces, como si hubiese oscuridad. Y se ve llegar de frente el miedo con su rostro más suave, más agudo, cruzado de las invisibles cicatrices de la certeza absoluta. Hay que enterrar las últimas esperanzas en un agujero tan profundo como el egoísmo, como el amor, como el corazón, esa babosa que se enrosca en el pecho, que repta por todo el cuerpo con suavidad, con cálido sentido, atravesando de suciedad la suciedad, pues se descomponen los entes igual que pasa el tiempo, marcando el tempo.
-Ya no se espera. Y siempre se espera, siempre se seguirá esperando: En medio de la basura, en el centro puro del puro sol. Abre la mano: ¿Te atreves a decir para qué sirve ahora?
-La flor: Un pétalo, otro pétalo, un pétalo, y otro. Pétalo a pétalo: Nada hay que dé más pena y no se puede afirmar, sin ser merecedor de una lenta y dolorosa e incluso eterna muerte, me das pena. Pétalo a pétalo: desflorando el pasado y el futuro. ¿Y el presente? La pesadez de los hilos sin cometa.
-¿Cuarenta grados? ¿Y no parece poco? Los cartones, los periódicos, esas pieles para soportar la noche. Aguanta, porque al final el lento final será peor que nada.
-Ni sufrir ni hacer sufrir: Sufrimiento. El daño explota en la piel del más allá de la indiferencia, esa dureza que no dura, que no endurece, que salva la indiferencia sin rozarla. Más allá, un sentir sin sentir, sin sentimientos ni sensaciones: Ni las piedras, porque las piedras no fueron, no esperaron, no esperan.
-No lo hagas, ni el más pequeño movimiento hacia atrás. Todo está ya inhumado en los parques, en los centímetros transitados, esos cementerios de lo vivido. ¿O no sabías que todo era adiós?
-Muerde. Cada dentellada es un susurro de socorro, por qué no vienes a buscarme.
-Ahora te arrojas a la simpleza: Renuncias a lo imposible.
-¿No volver a sentirlo? ¿No habrá nada, ni lo mismo ni nada parecido ni nada más? ¿No volver a sentirlo? ¿Le has dado, al fin, nombre al pánico?
-Los caballos corren libres, con las crines al viento, por la pradera sin cercos. ¿Los caballos? ¿Quieres decir los cabellos? ¿Alguna melena, tal vez? No quieres decir nada. Nunca has visto un caballo ni unos cabellos al viento. ¿Y el viento? ¿Y el viento?
-Cuando se agota la fuerza, ese es el momento. Empieza por cuando no hay nada sobre la hierba, nada que pisar, ni letreros ni un poco de verde. De todas formas, el verde está legislado. Y, así, cuando se agota la fuerza comienza la vida que no es vicio: El resto es el vicio de vivir.

[El Bosco. La nave de los locos]

-Se apagó la luz de la vela. No era, pues, el sol.
-¿Quién respira más, más deprisa, más oxígeno? ¿Quién? ¿Y quién es quién? Allí, a la vuelta de la esquina, hay quien apenas respira.
-Las hordas, las invisibles, las calladas, las de uno en uno, las hordas.
-O vives o escribes: No hay opción.
-Un rasgo y todo cambia. Ya vendrán los carroñeros a cebarse. Calma. ¿Calma?
-Te avisan. En el trasmonte hay un incendio. ¿Y qué?
-Hasta que las últimas energías de la costumbre sucumban, y, después, las últimas energías del vicio. Y, después de las costumbres, después del vicio, después de las energías y de lo último: Después de la espera y de la esperanza, después de la desesperación y la desesperanza; después del después, cuando todavía queda algo: Entonces, entonces… Mira, espera, mira y espera.
-¿Ahora? Ahora abres la mano y todo comienza. Ahora es la respuesta, y no hay respuesta porque no había pregunta. El presente se desliza y apesta, deja un resto de arcadas. Vamos. Vamos.
-¿Vienes? ¿No?
-La séptima soledad ha quedado tan atrás que ni se recuerda: El desierto no es, ya, ni un espejismo, y sigues a las botas, que caminan por campos y ciudades, porque siempre hay césped: Ellos se ocupan y preocupan de sembrarlo.
-¿”Ya no aguanto más”?
-O todo comienza con un signo de interrogación o termina con él.
-Cuando estés tentado de claudicar, recuerda lo que sabes ahora. ¿Necesitas? He ahí la verdad.
-¿Quién te recuerda? Que vengan a ponerle puertas al campo.
-A la vena va toda la perogrullada. Y sirve.
-¿Es un juego? Siempre estás en el margen. No lo olvides.
-Si no te quieren ni con la desgana de la inercia ni con la fuerza de los vicios, entonces.
-No es suficiente. Nunca lo es. Mejor, desaparece.
-Y cuando acabes el crédito, no lo renueves. Que te exijan cuentas.
-¿Libertad? Lucha por tu libertad como un esclavo de pro.
-O sonríes mientras las máscaras observan o no hay teatro.
-Y pones a prueba tu debilidad y te llevas una sorpresa, una muy agradable sorpresa: Eres mucho más débil de lo que a solas te creías.

[Turner. Fishermen at sea]

-Creo que estamos en el año 2009, noviembre. Pero si no lo pregunto, la verdad es que no lo sé.