ALTENBERG, Peter. Telegrams of the Soul. Brooklyn: Archipelago Books, 2005.
“I am poor, but I am myself! Absolutely and completely myself! The man without compromises!” (p. 4)
No vivía en Viena: era un viajero de Viena. Desde su arquimédica silla en el Café Central, recorría, con romanticismo transfigurado en realidad, los paisajes del alma y el alma de los paisajes: burgueses, prostitutas, locos, artistas, niñas, mujeres, el Prater, los burdeles, la calle…
No vivía en Viena: era un viajero de Viena. Desde su arquimédica silla en el Café Central, recorría, con romanticismo transfigurado en realidad, los paisajes del alma y el alma de los paisajes: burgueses, prostitutas, locos, artistas, niñas, mujeres, el Prater, los burdeles, la calle…
“Peter Altenberg ofrece un ejemplo de humanidad bondadosa parecida a la de Cristo, sin llegar a lo lacrimoso. Una humanidad en cuyo seno todo puede producirse y que, sin embargo, tiene el cuño de su personalidad. Él acepta todos los sarcasmos sobre sus excesos de bondad porque sabe que es bueno para él mismo, no por deber, sino por la amplitud del sentimiento” (MUSIL, Robert. Diarios I. Barcelona: DeBolsillo, 2009, pp. 279-280).
Las pequeñas cosas, las que no tienen importancia, lo efímero e inconcluso, dejaban en él la impresión que sin solución de continuidad, la inmediatez transgrediendo la censura del tiempo, expresaba en postales y papeles prestados. Las palabras eran la membrana, el poroso umbral donde se encontraban el mundo y su propio interior.
“So how do I write? Altogether freely, without any deliberation […] What comes out is definitely the stuff that was real and deep down in me […] I view writing as a natural organic spilling out of a full, overripe person […] I hate any revision. Toss it off and that’s good -! Or bad! What’s the difference?! If it’s only you, you and nobody else, your sacred you” (p. 9)
[Postal manuscrita por Peter Altenberg]
Las pequeñas cosas, las que no tienen importancia, lo efímero e inconcluso, dejaban en él la impresión que sin solución de continuidad, la inmediatez transgrediendo la censura del tiempo, expresaba en postales y papeles prestados. Las palabras eran la membrana, el poroso umbral donde se encontraban el mundo y su propio interior.
“So how do I write? Altogether freely, without any deliberation […] What comes out is definitely the stuff that was real and deep down in me […] I view writing as a natural organic spilling out of a full, overripe person […] I hate any revision. Toss it off and that’s good -! Or bad! What’s the difference?! If it’s only you, you and nobody else, your sacred you” (p. 9)
[Postal manuscrita por Peter Altenberg]
Así que nada de reflexión, pues toda impresión humana porta ya la conciencia del decirse. Y nada de borradores y correcciones, pues si la expresión sucumbe a la tentación de la perfección estilística, se diluye en el manierismo de la mentira: espejismo de expresión.
“¿Pero qué es lo que se entiende por impresionismo? ¿Los esbozos de Altenberg? Se les podría aplicar el nombre de impresiones, pero también podríamos considerarlas como pequeñas reflexiones y, cuanto más envejece, tanto más cede el paso el elemento receptivo al reflexivo” (MUSIL, Robert. Diarios I. Barcelona: DeBolsillo, 2009, p. 662).
Su mónada estaba poblada por el mundo y él habitaba, pobre, en la riqueza de todo lo posible y, entonces, nada era sólo mundo, nada era sólo literatura: no había distancia insalvable entre mundo y conciencia, entre fealdad y belleza: todo eran palabras, no ya símbolos; todo era humanidad, ya no el bien o el mal.
[La habitación de Altenberg. Las paredes cubiertas con cuadros de mujeres]“¿Pero qué es lo que se entiende por impresionismo? ¿Los esbozos de Altenberg? Se les podría aplicar el nombre de impresiones, pero también podríamos considerarlas como pequeñas reflexiones y, cuanto más envejece, tanto más cede el paso el elemento receptivo al reflexivo” (MUSIL, Robert. Diarios I. Barcelona: DeBolsillo, 2009, p. 662).
Su mónada estaba poblada por el mundo y él habitaba, pobre, en la riqueza de todo lo posible y, entonces, nada era sólo mundo, nada era sólo literatura: no había distancia insalvable entre mundo y conciencia, entre fealdad y belleza: todo eran palabras, no ya símbolos; todo era humanidad, ya no el bien o el mal.
No la toques si no es para eternizarla, para que sea en sus caducas metamorfosis. Cuerpo y alma son una y la misma cosa y el pobre, desprendido de sí mismo, jamás se sale de sí mismo cuando ampara lo otro, su riqueza. No tengas para no agarrarte a tu cadáver. No adquieras para no dormir el insomnio de las sombras.
[Fotografía supuestamente perteneciente a la colección de Altenberg]“What matters to me is me and how I experience the various kinds of women!” (p. 56)
“For Peter Altenberg is really a poet. His little anecdotes reflect his entire life. And every step, every gesture he makes guarantees the veracity of his words. Peter Altenberg is a genius of trivialities, a strange idealist, who discovers the beauties of the world like cigarette-ends in the ashtrays of cafés” (JANOUCH, Gustav. Conversations with Kafka. London: Quartet Books, 1985, pp. 79-80).
Parece que el signo del genio es una suerte de silencio humildemente sonoro, pues no dice nada que nadie sabe, sino lo que todo el mundo sabía y nadie había dicho. Vive en la espera y vivimos esperándolo.
“Samuel Fischer (eventualmente conversando con el maestro a quien rechaza. Justificación. Ese famoso editor que no ha apreciado al mejor escritor de la época, Peter Altenberg. ¿Por qué? Sabiduría de Fischer)” (MUSIL, Robert. Diarios II. Barcelona: DeBolsillo, 2009, p. 203).
[Fotografía que bien podría pertenecer a Altenberg, o haber sido hecha por Dodgson]
“[21-V-1920] Fred wrote, asking me to contribute to the Altenberg publication that he is putting together. Assured me, to my surprise, that Altenberg often spoke in enthusiastic terms to him about me” (MANN, Thomas. Diaries (1918-1939). London: Robin Clark. 1984, p. 97).
“[21-V-1920] Fred wrote, asking me to contribute to the Altenberg publication that he is putting together. Assured me, to my surprise, that Altenberg often spoke in enthusiastic terms to him about me” (MANN, Thomas. Diaries (1918-1939). London: Robin Clark. 1984, p. 97).
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