A vueltas con Kafka y el
ajedrez, sí. Me pregunto si no será cuestión de mitomanía y de querer dar más
prestigio a lo prestigioso que a uno le gusta, algo parecido a cuando se buscan
lumbreras que hayan nacido bajo tu mismo signo zodiacal.
[Capablanca]
¿Jugaba Kafka al ajedrez? Yo
no recuerdo haber leído en ningún libro que se mencionase tal cosa, y puede ser
que me falle la memoria, porque la vida de Kafka está registrada casi al
milímetro y al milisegundo, y aunque fuese como anécdota, se habría escrito
sobre el caso. La única referencia de Kafka al ajedrez de la que tengo fiel
constancia se encuentra en uno de sus diarios de viaje: el 16 de julio de 1912,
mientras descansaba en el Instituto Naturista de Rudolf Just, en Jungborn,
escribe entre paréntesis: “Me molestan cuando escribo unos ajedrecistas que
están descansando y no paran de hablar”. [p. 650] También creo recordar (pero
siento no poder confirmarlo con la cita correspondiente) que Kafka utilizó
metafóricamente el nombre de alguna pieza de ajedrez en una carta a Felice
Bauer. Y, si me permiten el juego de palabras, teniendo en cuenta que “Bauer”
tiene, entre otros significados, el de peón, cada vez estoy más convencido de
que el contacto con Felice representó lo más cerca que Kafka estuvo del
ajedrez.
A Kafka lo interrumpieron los
parlanchines ajedrecistas (y qué ajedrecista no lo es una vez terminada la
partida y estando todavía ante el tablero) mientras describía la tarde pasada
en las ferias en compañía de un grupo de seis niñas de entre seis y trece años.
Mientras estuvo en Jungborn, Kafka tenía otras cosas en las que fijarse (“Dos
chicos suecos guapos con las piernas largas, tan bien formadas y tensadas que
casi le da a uno ganas de pasarles la lengua”) y que hacer (“He posado desnudo
para el Dr. Schiller. Sin bañador. Experiencia exhibicionista”), y no parece
que se hubiese acercado a los ajedrecistas ni para jugar ni para mirar. ¿Y qué
auténtico aficionado al ajedrez desaprovecharía la ocasión de ponerse junto a
un tablero? Lo único que Kafka puede decir es que los ajedrecistas le molestan,
claro, porque ya no están jugando en ese silencio que tan bellamente describe
el poeta chino Bai Juyi:
A LA ORILLA DEL
LAGO
A la fresca sombra
de los bambúes,
dos monjes de la
montaña, sentados,
se enfrascan en su
juego de ajedrez.
Nadie los ve a
través de la espesura.
Pero de vez en
cuando se percibe
el ruido de una
pieza que se mueve.
Aunque parezca que me he
perdido (y uno no siempre se pierde para mal), no me salgo del camino que aquí
he abierto. Porque es ahora cuando entro en materia.
Me llama la atención en el
texto que se diga que en la biblioteca de Kafka se encontraban estos libros: Das
Endspiel im Schach, de Hans Fahrni; 300 Fins de Partie, de
Henri Rinck; Handbuch des Schachspiels, de Bilguer; Fünfzehn
Ausgewählte Partien des Schachmeister turniers in Kaschau 1918, de J. Mieses;
así como varios números del Časopis českych Šachistů & Deutsche
Wochenschach, y numerosos recortes de la columna de ajedrez de Zlatá
Praha. Y me gustaría saber la
fuente de esta información, porque, por ejemplo, consulto el libro de Jürgen
Born, Kafkas Bibliothek, y no encuentro ningún título, ni de libros ni
de publicaciones periódicas, relativo al ajedrez. Aunque reconozco que tampoco
el libro de Born es la última palabra, pues tampoco recoge ninguna obra de
Freud y, sin embargo, parece haber constancia de que Kafka leyó y anotó con
fruición La interpretación de los sueños. (Así lo afirma
Sander L. Gilman en “A Dream of Jewishness Denied: Kafka’s Tumor and ‘Ein
Landarzt’”).
Por lo que cuenta Skämt, existe un cuaderno naranja, a buen recaudo en
la Bodleian Library de Oxford, en el que Kafka no sólo tiene anotaciones sobre
ajedrez, sino que también contiene dibujos de ajedrecistas. Si bien sabemos que
todavía quedan documentos de Kafka por salir a la luz, al menos yo nunca había
oído hablar del tal cuaderno naranja.
Según el artículo, Kafka participó en varios torneos (en 1916, 1917,
1921 y 1922) y, por lo visto, ganó el segundo. Y yo, incrédulo de mí, no lo veo
nada claro. Y, es más, insisto, ¿cuáles son las fuentes? Pero el caso más
llamativo no es otro que el de la simultánea que Capablanca jugó en Praga los
días 10 y 11 de octubre de 1911. Desde luego, la imagen es atractiva:
Capablanca contra Kafka. Casi nada. Aunque tal vez más atractivo hubiese sido
una partida Alekhine-Kafka…
Si leemos las entradas del diario de Kafka alrededor de esas fechas,
observamos que Kafka estaba, por aquella época, completamente entregado a la
causa del teatro yídish. El día 10 de octubre escribe: “Anteayer con los judíos
en el café Savoy”. Tal vez fue allí y entonces cuando Kafka vio alguna partida
de ajedrez. Porque el argumento según el cual Kafka participó en el campeonato
debido a la popularidad del juego y de Capablanca, se desintegra kafkianamente
cuando se recuerda la entrada del diario del 2 de agosto de 1914: “Alemania ha
declarado la guerra a Rusia. – Por la tarde, Escuela de Natación”. Sí, parece
que Kafka se dejaba arrastrar por la corriente de los grandes sucesos…
Y esto puede ser tan mentira como el resto, pero, qué quieren, porque
me hace gracia y siempre tuve debilidad por el Doppelgänger, me quedo
con esto.
Por lo tanto, este artículo
mío es bastante inútil, pues sigo sospechando que Kafka o no sabía jugar al
ajedrez o el ajedrez le interesaba (y le influyó) tanto como, qué sé yo, la
cría del percebe en maceta, y, desde luego, mucho menos que los aeroplanos, el
cine, las motocicletas o la carpintería.
Pero dejó aquí, para amenizar
el texto y para engrosar postmodernamente esa verdad internáutica de las
mentiras repetidas, el vídeo de la celebérrima partida entre Capablanca y
Kafka. Y es que ya lo decía Flaubert en su Diccionario
de prejuicios: “AJEDREZ (juego del). […] Demasiado serio para ser un juego,
demasiado fútil para ser una ciencia”.
_____
BIBLIOGRAFÍA
BORN, Jürgen. Kafkas Bibliothek. Frankfurt am Main: S.
Fischer Verlag, 1990.
FLAUBERT,
Gustave. Estupidario. Diccionario de
prejuicios. Madrid: Valdemar, 2000.
CHEN,
Guokian (ed.). Poesía clásica china.
Madrid: Cátedra, 2002.
KAFKA,
Franz. Diarios. Barcelona:
DeBolsillo, 2006.
ROLLESTON, James (ed.). A Companion to the Works of Franz Kafka.
New York: Camden House, 2002.