lunes, 17 de diciembre de 2012

Cuento Psycho Christmas


Érase una vez un alto cono de superficie horadada entre barras metálicas encima de la que brillaban estrellas y corazones rojos sobre sinuosas luces verdes. El cono deseaba tener complejo de árbol navideño, pero finalmente se resignó a su similitud con un cucurucho tirado en la calle, sin bolas de chocolate y pistacho, y se quedó tan helado como el pobre portugués de muñón rubicundo echado, día y noche, en la acera atestada de peatones.


Como se trataba de un árbol moderno, se aburría. Tal vez se debía a la postmoderna manía de dar luz en lugar de sombra: podía no estar acostumbrado a las sandeces. La cosa es que el aburrimiento es muy malo y por eso el cono-árbol-cucurucho miró a su alrededor, por encima de cabezas y tejados, y vio que las calles estaban festoneadas de luminosas formas abstractas y otros motivos cosmopolitas y ñoños, y se preguntó qué época del año sería.

¿Navidad? Él mismo podría haber sido plantado allí o en la plaza de cualquier pueblo en plenas fiestas de agosto o septiembre. Volvió a mirar, esta vez hacia abajo. Gente; familias. Incluso los que iban solos parecían ir solos en cuanto que miembros de una familia. Solo él no tenía familia, pues su estar allí, incluso su mero estar, carecía de ese mínimo sentido que aporta el origen y el pertenecer a algún grupo uniforme que te recuerde por tu nombre. Se sintió acabado. Quería tener familia y pasar con sus miembros aquella época, fuese la que fuese.

Nada. Estaba solo y aburrido, valga el juvenil pleonasmo. Y, por desgracia, se levantó un aire que arrastraba basura y que hizo que varase a sus pies un libro. Lo que ya le faltaba era tener que leer por no tener nada mejor que hacer. El libro se abrió por cierta sección: “Investigaciones sobre la familia”. Más en concreto, se abrió en la página 247 (WINKIN, Yves (ed.). La nueva comunicación. Barcelona: Kairós, 1984. Traducción de Jorge Fibla): “Estructuras de la comunicación psicótica”, un texto firmado por un tal Paul Watzlawick.

En el librito de marras se hablaba de tangencialización y descalificación, de mixtificación y paradoja. Se imaginó, entonces, en una casa con su familia sentada a la mesa para cenar juntos mientras celebraban… mientras celebraban… ¿que “[…] un sistema puede calificarse de patológico en la medida en que es incapaz de generar reglas para el cambio de sus propias reglas”? El cono-árbol-cucurucho seguía sin entender qué hacía allí y qué se celebraba (aunque le sonaba algo de una fiesta familiar, claro), pero comprendió, de golpe, que no querría pasar ni un minuto encerrado en un lugar poblado por demasiado expertos jugadores.

Lo de comprender de golpe fue literal: entre la basura que le arrojó el aire estaba un grueso tocho en el que leyó lo siguiente:

“Había en la misma comarca algunos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace»” (Evangelio según San Lucas 2 8-14. Biblia de Jerusalén. Madrid: Alianza Editorial, 1994, pp. 77-8).

Desde luego, aquello le sonaba como un pañuelo suena los mocos, y como él no tenía mocos, le sonaba a anacrónica leyenda urbana, de ahí que la idea que se le cruzó por los cables acerca de la posibilidad de que aquello tuviese algún significado cronológico, pasó tan rápida como la corriente de aire que se lleva la volandera hoja de un calendario de antaño. Por fortuna, más le impactó, y de nuevo sin metáforas, una bolsa de plástico del Corte Inglés. Se conocen revelaciones por caídas y tortazos, pero sin duda esta de la bolsa plástica contra el cono metálico pasará a la historia de la lucidez.

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