lunes, 4 de febrero de 2013

Belleza


Entre los criterios que definen una teoría científica, Einstein incluía la belleza. Una teoría física tiene su correlato en una fórmula matemática, en una ecuación. Tras preguntar a científicos y matemáticos, LiveScience ha confeccionado una lista con las once ecuaciones más hermosas:

Si se ponen en columna, bien podrían parecer un caligrama, cuando no un galimatías. Pero a un neófito de la música o el ajedrez, una partitura o una planilla también podrían parecerle cosas abstrusas de las que sería absurdo preguntarse por su belleza. Sucede lo mismo, en definitiva, con las palabras: hay quien se pone delante de un poema como si se pusiese ante una ecuación, un pentagrama o una partida en notación algebraica.

No es esto lo que importa (ni mucho menos molesta). Lo importante es que no parece que exista ningún conocimiento que rozando (cuando no penetrando en) la creación esté exento de belleza. Lo que molesta es el desprecio de la ignorancia ante la posibilidad de servirse de la belleza como umbral hacia lo hallado/creado, pues niega la probablemente única realidad que sin esfuerzo nos conduce a la verdad (dicho esto a riesgo de parecer platónico, es decir, carca y lelo).

De entre las ecuaciones que recoge LiveScience, la que a mí más me hipnotiza es esta:

1 = 0,9999999999999…

El matemático Steven Strogatz, de la Universidad de Cornell, dice de ella: “Me encanta por su sencillez – todo el mundo entiende lo que dice – y, al mismo tiempo, por lo provocativa que es. Mucha gente no entiende que pueda ser verdad. Además, está bellamente equilibrada. El lado izquierdo representa el comienzo de las matemáticas; el lado derecho representa los misterios del infinito”.

No creo que exista una mejor expresión de la naturaleza del conocimiento que el final de lo dicho por Steven Strogatz. Y, al mismo tiempo, no creo que exista un paralelismo más fiel de los misterios del infinito que la belleza como misterio de lo finito.

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