sábado, 25 de agosto de 2012

Frases célebres


Pertenecen las frases célebres al infragénero de la pseudoliteratura llamada “Sabiduría ficción”. Se codean con refranes, adagios, citas y otros pretextos para hacer el idiota sobre la base de la experiencia (esa coartada para sentenciar al devenir) y del saber de oídas (topera de la pereza mental). Y si ahora les dedico espacio y tiempo es porque me persiguen por la calle, las redes sociales (perdón por la rebuznancia) y ese cuento etiquetado como bio-grafía, ya que se me acusa de soltarlas sin ton ni son y, eso sí, sin el ensañamiento de la posteridad.


[Ejemplo de frase célebre en la red social. Se sabe que se trata de una red social porque la frase comienza “Quien este libre”…]

En efecto, las frases célebres me gustan un porrón. Y quiero compartir con ustedes (soy generoso por vocación: también me gustaría compartir mis problemas e incluso mis deudas, pero incluso la falta de egoísmo hay que dosificarla para no caer en el vicio) las que más me pirran, las mías.

Las apariencias no engañan. Habrán oído todo lo contrario. Error. En primer lugar, ¿tenemos algo más que las apariencias, lo que aparece? Bien, reconozco que los kantianos tienen el noúmeno, pero debido a que no conozco a ningún kantiano, en buena lógica niego la existencia del noúmeno. El resto, los que a/penas existimos, hemos de conformarnos con lo que aparece, y lo que aparece jamás engaña: lo que puede llevar a engaño es la sospecha de que lo que aparece parece que aparece, sospecha que aborta la aparición, el desvelamiento de lo que es, la mayor parte de las veces porque estamos desvelados por nuestros deseos, dormimos demasiado despiertos y este insomnio sin noches deviene en traspieles y eternidades. Lo que engaña, en definitiva, es la interpretación que ficciona ausencias, presencias y otros fantasmas de esa casa de empeños que es el cerebro, usurero que por interés hace ver oropeles en el oro.

La carne es fuerte. Porque, ustedes estarán de acuerdo, quien diga que la carne es débil, una de dos: o está anémico perdido y carece de la experiencia de su cuerpo en la plenitud de su fuerza, o al cuerpo le pide que no sea lo que es y que sea lo que no es. Sin duda, al cuerpo se le puede castigar para que no desee, para que no sienta apetitos; o se le puede intentar convencer (con argumentos tipo cadenas, cepos y celdas) para que no inicie su acto torpe hacia lo apetecido; o de que algo o todo es malo: él mismo, el desear y lo deseado. Pero la historia de las órdenes y los órdenes demuestra que todo es inútil, que no se ha avanzado ni un milímetro hacia la espiritualización de la carne, como tampoco en la obtención de peras de los olmos. Solo hay que estudiar el Enchiridion Symbolorum, ese compendio de antropología llamada cristianismo, para comprobar que la carne es fuerte.


[Ejemplo de frase célebre, que no conoce ni Dios, adjudicada a quien no la ha dicho]

Pobre, luego honrado. Esta celebérrima frase no necesita de muchas explicaciones. En mi pueblo se dice que nadie se hace rico trabajando. Este dicho tampoco requiere de amplias demostraciones. La propiedad es un robo, la economía es la gestión de la pobreza, poderoso caballero es don dinero: la honradez de los que somos pobres queda garantizada por nuestra incapacidad para robar.

La duda honra. ¿No es cierto que en el caso de que yo desee dedicarles un elogio lo mejor que puedo hacer es hacerles pensar, pues eso significaría que confío en que piensan? ¿Y no es menos cierto que la duda obliga a pensar? Por lo tanto, hay más verdad en la ofensa de quien asiente que en la honra de quien duda. ¿Sí o no?

Triste pero falso. La costumbre, esa segunda naturaleza, nos reviste con las sedas de la certeza. Esto no tiene nada que ver con lo que quería decir, pero así ha salido. La verdad, a pesar de lo que se rumorea en los bares y en los libros de filosofía, no es ni fea ni triste. Lo feo y triste es que no sean verdad más mentiras. En efecto, hay poca verdad suelta y, avergonzada (lo peor no es ser el primero ni el último, sino el único), la verdad se camufla de mentira o fallo para que no la confundan con lo que es y la encierren y aherrojen acusada de escándalo público (delito llamado, en la técnica jerga jurídico-legal, alegría y belleza). Sin embargo, es la mentira la que entristece cuerpo y alma: la mentira de la civilización, la mentira de la familia, la mentira de la educación, la mentira de la moral, la mentira del conocimiento, la mentira de la tristeza de la verdad. De la misma forma que es triste que sea falsa la utopía, el sueño, la ilusión y la mentira de la tristeza de la verdad.

2 comentarios:

  1. A veces cuando estoy aburrido me pongo a buscar frases entre comillas en google, esperando dar con una mina de oro perdida en este bullicio de anonimatos que es internet. No se si habre dado con una, pero por lo menos me pase un buen rato leyendo este articulo. Me gusta la ironia e independencia intelectual que hace ver tu escritura. Saludos desde Buenos Aires.

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    1. Estimado amigo: Muchas gracias por tus amables palabras. Desde hace algún tiempo no escribo en el blog, pero si realmente te gusta mi escritura, puedes leer textos recientes aquí: https://medium.com/@RViveroR
      Gracias de nuevo por tu comentario.
      Un cordial saludo.
      Roberto Vivero

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