Con la amena y sistemática
simpleza que lo caracterizaba, Hume defiende el suicidio en su breve ensayo de
original título, Of Suicide. Por
supuesto, comienza defendiendo la filosofía, en tanto que ancila de la razón,
como antídoto contra los males del oscurantismo: la falsa religión y los
prejuicios.
Ordenado hasta para dar dos
pasos, consigue dar apariencia de complejidad al hecho de caminar. Es decir,
argumenta por qué el suicidio no es ni un mal ni un pecado ni con respecto a
Dios, ni en relación a uno mismo y los demás. En el primer caso, Dios da la
vida, y mientras estás vivo, cumples sus designios; y Dios también da la muerte
y su posibilidad, y cuando mueres también estás cumpliendo sus designios,
escritos desde la eternidad en el libro de la Providencia. En el segundo caso,
si estás cansado de la vida, si la vida te supone un peso tan grande como para
vencer el terror a la muerte, ¿por qué seguir padeciendo, qué sentido tiene,
por qué no acabar con el mal que te mantiene en un infierno? Y, en el último
caso, si eres una carga para los demás, si parasitas sin dar nada, ¿a qué viene
ese empeño de molestar al prójimo? Se demuestra más maldad al hacer eso que al
atentar contra la propia vida.
Por lo tanto, todo son ventajas
en el suicidio. Es más, el suicidio es completamente inevitable, y lo que
supone un mal, un pecado, un error, un prejuicio y un perjuicio es seguir
viviendo. A Dios le da lo mismo lo que hagas, porque hagas lo que hagas siempre
estás haciendo lo que Él había planeado. La vida es un estado miserable, un
sobrevalorado proceso de oxidación y descomposición, una triste sucesión de
dolores y desilusiones, un continuo añadir basura al universo. Y los demás
pueden pasar tranquilamente sin nosotros; de hecho, si uno se fija, durante tu
vida, la mayor parte del tiempo los demás se han dedicado a quejarse de ti y a
hacerte reproches. Solo el miedo impide que cumplas lo que la razón dicta que
hagas. La vida no es razonable, así que según los sanos principios filosóficos
de Hume, hay que educarla para que entre en razón y obre en consecuencia.
Termina Hume con lo mejor de
su ensayo, una cita de Plinio: "Deus non sibi potest mortem consciscere si
velit, quod homini dedit optimum in tantis vitae poenis”. Con lo que demuestra
que era un gran compositor de collages
textuales y un no menor retórico. Así, por ejemplo, no hay más que leer su
ensayo sobre el suicidio para que te entren ganas de matarte.
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