¿Será una incapacidad?, pero
no consigo ver la relación entre las palabras y las cosas, ni mucho menos su
identidad. No logro ver la supuesta naturaleza pragmática del lenguaje. No
entiendo lo de “hacer cosas con palabras”, no entiendo el esquema
“emisor-mensaje/medio-receptor”, no entiendo la imperante pedagogía de una
segunda lengua orientada a la consecución de fines utilitaristas.
Y no se trata tan solo de que
hasta el día de hoy nunca haya visto hacer nada con palabras, ni conseguir
cosas con palabras, ni siquiera lo que se entiende por comunicación, y mucho
menos el cumplimiento del “Hablando se entiende la gente”. Porque si bien no he
visto nada de esto, siempre podría pensar que no se trata de una característica
de las palabras y el lenguaje, sino de una imposibilidad fruto del uso sin
pericia de la herramienta.
En principio, parece todo lo
contrario. Yo digo “mesa” y el otro parece entenderme. Estamos de acuerdo. Yo
digo “¿puedes darme un vaso de agua?”, y el otro incluso puede dármelo, si
puede y quiere; he conseguido algo. He utilizado palabras, me he valido del
lenguaje. También puedo ir al campo, recoger rosas, hacer con ellas un ramo,
acercarme a alguien y golpearlo en la cara: he conseguido herir a un enemigo;
por lo tanto, las rosas son para hacer daño.
Para mí no hay más lenguaje
que el que aparece en la creación de obras para el espíritu, en eso que
llamamos arte y Literatura, pero no exclusivamente ahí y entonces. Entiendo el
lenguaje como un fondo para la revelación de la experiencia a través del umbral
de las palabras: lo que posibilita lo posible.
Entre el pensamiento que (se)
piensa y la vida que (se) vive no hay artilugios.
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