JOYCE,
James. Escritos breves. Madrid:
Ediciones Escalera, 2012. Traducción y estudio preliminar de Mario Domínguez
Parra.
El presente volumen recoge las
Epifanías, Un retrato del artista y Giacomo
Joyce, piezas breves que van de 1904 a 1914, escritos que poseen valor
tanto por sí mismos (por su intrínseca calidad literaria) como por constituir
piezas literales y estilísticas que encajarán en obras como Retrato del artista adolescente y Ulises.
En las Epifanías podemos constatar el primoroso dominio que Joyce tenía
del lenguaje. Retazos de conversaciones, sueños, recuerdos e impresiones se
suceden para formar un puzle de tan escasas piezas que en principio podría ser
hecho por un niño y que, sin embargo, demuestra, a través de una magistral
combinación de la selección, la elipsis y la precisión, el absoluto dominio de
la armonía entre los sentidos, la reflexión y la expresión lingüística sonando
al unísono no ya como varios instrumentos, sino apareciendo como varios sonidos
simultáneos producidos por el mismo instrumento.
Un retrato del artista nos presenta al Joyce de la penetración
psicológica, al pintor de raigambre clásica que se vale de los “ismos” como de
técnicas subsidiarias que en trato paródico consigo mismas y con sus
antecedentes consiguen descifrar la constante y confusa relación entre memoria,
ironía y tristeza, como si el pasado fuese objeto de benévola y crítica sonrisa
y el hecho de que haya pasado, motivo de melancolía.
Por su parte, Giacomo Joyce se mantiene sobre sí mismo
como una de las más grandes composiciones literarias, y no solo en referencia a
la producción de Joyce. Se cometería una injusticia con esta obra si se la
valorase únicamente como ejemplo de lo que su autor ya estaba escribiendo por
entonces, el Ulises. Sin tregua para
el error o el despiste, sus depurados fragmentos conforman una unidad temática,
estructural y estilística de una inusitada riqueza experimental para dar cuenta
de la huella del tiempo a su paso por la vida, camino de la muerte.
La introducción a estos
escritos se lee con agrado. No añade nada nuevo, pero complace que aparezcan,
por ejemplo, Pinter, Cage y Gould. La edición de los textos no empieza bien:
“he’ll have to apoligise, Mr Joyce” (p. 76), cuando en la traducción sí se dice
“él tendrá que disculparse, señora Joyce” (p. 77); “I was sure” (p. 82), y en
la traducción: “estaba segura” (p.
83). Fallos casi sin importancia, en cualquier caso. La traducción, siempre
complicada y más cuando se trata de Joyce, me hace dudar ante casos como los
siguientes: “La llovizna repentina cesa aunque con demora; racimo de diamantes,
entre los arbustos del patio, donde surge una exhalación desde la tierra negra”
(p. 125); “A lo lejos, un hermosos caballo marrón montado por un jinete
amarillo estampa su silueta solar” (p. 139); “un templado olor húmedo” (p. 141).
Y la traducción de “clip and clip again” (p. 187) por “fornican y fornican de nuevo”
(p. 199) me desconcierta un poco, pues no termino de encontrar esta acepción del
verbo, aunque estaría encantado de rectificar en caso necesario.
En resumen, un buen libro y, lo
mejor, Joyce: “What then? Write
it, damn you, write it! What else are you good for?” (p. 192).
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