LONDON, Jack. “La fuerza de
los fuertes”, en Relatos. Madrid:
Cátedra, 1998, pp. 344-360. Traducción de Martín Lendínez, Francisco Cabezas,
Jacinta Romano y M. I. Villarino.
Había no sé qué, luego
inflación cósmica, después inflación bariónica, más tarde asimetería entre
materia y antimateria… El universo se expande, se enfría, sus partes se
acercan, se confunden – y este juego centrífugo y centrípeto parece no tener
fin salvo que se regrese no al origen, sino a lo previo a lo que por ahora
tenemos por principio.
Comprenderán que la vida del
hombre ha cambiado después del salto de Felix Baumgartner y que yo siga sin
tomarme nada en serio, por eso las noticias del telediario me llegan de la boca
del que tiene a bien contarme cosas del mundo. Por lo que oigo, el mundo no va
bien, a pesar del salto del americano.
Leo “La fuerza de los
fuertes”, el cuento de Jack London. En principio, es decir, al final, un
alegato en defensa del socialismo a las puertas de la Primera Guerra Mundial.
En realidad, un resumen-ficción, una hipótesis tan imaginativa como
antropológica acerca de cómo los hombres comienzan a unirse por interés, para
luchar contra un enemigo común (y mientras unos duermen, otros vigilan), y
acaban por luchar entre sí porque unos pocos tiranizan a la mayoría debido a la
estupidez de los muchos y al abuso estratégico de las leyes que en un principio
aseguraban la supervivencia de la comunidad.
El viejo cuento de la primigenia
simbiosis entre los tontos y los malos. Y algo más. El cuento de London podría
hacer pensar a muchos actuales indignados y manifestantes convencidos (los hay
que lo son por pasar el rato) en la relación entre necesidad y cambio, entre
utopía y repetición, entre interés y verdad.
Yo recomiendo la lectura de
este cuento por recomendar algo. En tiempo de crisis, quizás se flote mejor en
un poco de veneno.
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