sábado, 6 de octubre de 2012

Un cuento de Gogol, el desierto y la mirada


GOGOL, Nikolaj Vasilevic. “La noche de mayo o La ahogada”, en Taras Bulba y otros cuentos. Madrid: Club Internacional del Libro, 1993, pp. 151-181. Traducción de ?

Está la historia de las soberanas meteduras de mata. De Gogol se dijo que era el “Homero de la vulgaridad y de la insipidez”. Y que te llamen Homero no es poca cosa, sin duda, pero ni ese nombre se libra del irónico contagio de las palabras que en esta descripción lo acompañan. Si la historia de la humanidad, según Voltarie, es la historia de la estupidez, el cuento de los clásicos desprestigiados en vida, ¿qué calificativo puede recibir?

“La noche de mayo o La ahogada”, un relato cualquiera de Gogol, leído en una traducción infame, me hace pensar. Y digo pensar, no meramente criticar. Hay obras tan malas de las que se extrae algo bueno: el cabreo te hace encontrar en ti mismo la manera de corregir el atentado literario a través de la crítica implacable. Pero esto es como cuando aprendes de una paliza: agradeces haber aprendido y jamás le perdonas el método a quien lo empleó contigo.


[Mirada del hombre ante el desierto poblado]

Hay quien, escriba lo que escriba, acierta porque siempre añade algo de una calidad que compensa y eleva lo que lo envuelve. Así, pienso que en este cuento Gogol nos enseña cómo ha de ser la mirada (la escritura) en este mundo o desierto poblado: una mirada rápida en las transiciones, ante los cambios, ante el movimiento que acontece, y, al mismo tiempo, más lenta que cualquier movimiento, de una velocidad parsimoniosa que registra el milímetro y el milisegundo de lo que por el momento permanece en su ser. Esa lentitud que acompaña a la rapidez permite la impresión/expresión no sin apasionarse sino con la pasión del pensamiento que se lanza, paso a paso, paladeando la propia pasión, a los abismos de lo que perennemente huye de la desaparición en la que caerá.

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