martes, 6 de septiembre de 2011

EXPERIMENTO DIARIO

“No me basta con el conocimiento: quiero la experiencia”, me repite un amigo. Eso me recuerda al grito de guerra de la fenomenología “¡A las cosas mismas!”. Así que entre tanto estímulo, durante una semana he querido experimentar el diario. (Y a ver si así, de paso, me exorcizo de su obsesión).

Y he descubierto lo siguiente: 1) Puede convertirse en un vicio sin embriaguez, es decir, en una forma de que pase el tiempo sin sentirlo y sin salir de la propia conciencia; 2) Al menos llegados a esta edad, la conciencia no se hace ningún lío con su ya lío de voces, y se relaciona consigo misma en el espacio del diario de forma ideal; 3) He visto que apenas me atrae hablar de sucesos “externos”: el teatro de la conciencia lo ocupa casi todo, la relación entre conciencia y diario se asemeja a colocar dos espejos frente a frente: no hace falta más, o se diría que mantienen una relación fractal: la una siempre está dentro del otro, y este contiene a la primera, y así en mise en abyme; 4) Me he dado cuenta de la escritura fluye a la misma velocidad que los pensamientos: no he necesita pararme ni un instante a elegir ni una palabra.

Ahora toca lo peor: pasar por encima del pudor y mostrar las pruebas del experimento. Pido disculpas si a alguien le crea la impresión de estar ante un ejercicio de egolatría y exhibicionismo: nada más lejos de mi intención y de mi naturaleza.


DIARIO DE UNA SEMANA



Primer día.

Ayer pensamientos sobre la recuperación de objetos, como si en ellos hubiese tiempo depositado o fuesen sus sedimentos. En cualquier caso, fósiles de tiempo.

Ayer también sensación de ingravidez mientras miraba las estrellas, el cielo. Gran placer contemplando el cielo, día y noche.

Ayer, idea de la Iglesia. Más que Mater et Magistra, o incluso “Iglesia invisible”, depósito de la revelación y guardián de sí mismo. Nada más – y nada menos.

Anoto el sueño de la pasada semana porque me parece importante: la chica en el tejado.

Sueño de esta noche: sueño de desencuentro, de no coincidencia.

La soledad como posibilidad del reencuentro consigo mismo.

Idea: Puedo imaginarme otro, pero no puedo verme en el otro.

Idea: Ser aquí y ahora. ¿Sin esperanza? Entonces, ¿también sin reaccionar? ¿Acostumbrar al pensamiento y a los sentidos a una extrema lentitud, obligándolos al momento llamado tarde, demasiado tarde, por omisión? Si siempre es el momento y la hora, no hay necesidad de prisas.

Idea: No he encontrado solaz en ninguna idea ajena, y las mías son demasiado fugaces.

Miedo al pensar en Amiel: una vida triste dedicada al registro del tiempo. Todo esto, sobrecargado de redundancias: “miedo al pensar”, “vida triste”, “registro del tiempo”. Lo cierto es que si el paso del tiempo es triste, su registro es un tormento, y esta idea da terror.

Lo malo, lo peor de las “historias” no son las cuitas y problemas que generan, ni siquiera que en el fondo todas las “historias” sean iguales; lo peor es cuando dentro de una “historia” comienzan las repeticiones, y estas sólo lo son de la pena y el dolor.



Más interesante que el estado de embriaguez es la reacción del cuerpo al día siguiente.

Esta mañana, los relojes vuelven a ir desacompasados.

Desde Tales, la Historia del mundo, también llamada Occidente, es la Historia de cómo la estupidez puede dominar el mundo. En este caso se trata de la historia de cómo la lentitud de los sentidos puede adueñarse del mundo cuando también existe el pensamiento.

Toda religión es oración: petición y agradecimiento. Agradecimiento como reconocimiento de que en todo momento se recibe lo que se pide – pero centuplicado y, eso sí, velado por nuestra ignorancia. En este sentido, no existe la moral, pues no existe el mal.

Encuentros sutilísimos, al límite de ese abismo que es el no encuentro, la separación. Sin ellos, ni los choques más apasionados harían soportable la vida. Ellos solos, tampoco.

A la soledad hay que despoblarla de fantasmas, o no será soledad.

Recuperar no es conservar ni coleccionar. Una vez que se entra de nuevo en posesión de los fósiles del tiempo, hay que desprenderse inmediatamente de ellos como de relojes que ya no funcionan.

Los sueños no necesitan ser interpretados. Su significado queda revelado con el tiempo en los hechos de los que ellos mismos forman parte.

Con el abandono se aprende a estar solo. Pero tu maestro, y aquel a quien has de estar profundamente agradecido, no es quien te abandona.

Puedo no ponerme, sino estar en la piel de alguien, y experimentar lo mismo, por las mismas causas, y necesitar los dos lo mismo, y al mismo tiempo ser capaz de no ayudar, incluso ser capaz de parasitar un tiempo. Si esto no es un rasgo de bestialidad, de inhumanidad, cómo creer en la existencia del ser humano. Así que la existencia del ser humano siempre es a costa de la humanidad de uno, y creer en el ser humano pasa por confesarse un miserable.

Lo ideal sería poder decir a cada ser amado:

aparecerás un tiempo

en mí

para siempre

Ante la muerte, escucha a Dios; ante el tiempo, calla. - ¿Ves la diferencia? Claro, no la hay.



Logos. Hay ideas, es decir, palabras, que no aportan un conocimiento, sino una experiencia. Esas palabras no son signos que llevan a otros signos, hasta el infinito de la hermeneusis; son umbrales a la experiencia, en el menor grado de nuestra receptividad, y son ya la experiencia. Esas palabras, por lo tanto, están vivas y son vida, son divinas y son la divinidad. Sólo así se entiende que las palabras de Jesús sean el propio Jesús, que se venere el Nombre de Dios, y que la poesía de Rilke sea umbral.

Para aquel que te deja solo con el tiempo, a la espera, tu soledad se le convertirá en un problema insoluble, porque aprenderás a estar solo y dejarás de esperar.

Todos los personajes de la Biblia están eternamente vivos, y esto sólo es posible porque cada uno de ellos refleja el universo entero. La misma inspiración parece habitar a personajes como Fausto y Don Juan, por otra parte.

Sólo hay una cosa más dura que el silencio de Dios, y es la palabra de Dios. ¿Qué hay que aprender? Que tu palabra sea igual que tu silencio. - ¿Cómo no recordar “Sed perfectos como vuestro Padre que están en los cielos”, y “Sed como diamantes”?

Para no engañarse hay que estar en constante alerta. Por ejemplo, no hay que confundir estrategia de supervivencia con verdad. Cuando los sentimientos están en juego, este peligro es feroz.

Me gustaría saber cuánto del éxito de ciertos dichos se debe a limitaciones de la lengua en el momento de ser enunciados, o a limitaciones de quienes los expresan. En cualquier caso, una lección: El laconismo se extrae de un tipo de universalidad que linda con la estupidez. De ahí se puede destilar un estilo, el estilo del límite de lo mínimo. En el otro extremo, en el del sentido, en el de la riqueza de la lengua y su uso, está el mismo estilo pero elevado a la enésima potencia, por ejemplo, la brevedad polisémica y sinestésica a través de la elipsis y la anfibología.

El cielo, el mar, las flores, los insectos. – Un espíritu libre de tormentos emocionales encuentra en todo esto solaz perpetuo en sus metamorfosis sin fin, en especial porque no están habitados, en su caso, por los fantasmas de los hombres.

Plotino como el mayor alquimista de la Historia: en su crisol fundió hasta la sublimación platonismo y cristianismo.

No ya perseverar, sino incluso forzar el sufrimiento de la soledad es enterrar tesoros. – Algo inútil si luego no hay tiempo para desenterrarlos o se olvida dónde se han inhumado.



Miras el horizonte y el cielo bajo. Llega la noche. Siempre te sorprende. Y siempre te asusta, pone fin al soleado espectáculo de nubes y colores. Pero entonces recuerdas y la oscuridad te guía, y vas de las hermosas luces chinescas del foco cegador, a la contemplación directa, de ojo a estrella, de la miríada de luces. Porque la oscuridad te hace levantar la cabeza por encima del horizonte y del cielo bajo, y te das cuenta de que el día también era un pozo con la boca sobre tu cabeza, no a la altura de los ojos de un simple bípedo.

Por la noche, muchas cosas están más claras; por ejemplo, que no puedas distinguir, a veces, entre aviones y astros.

Desde luego, la Naturaleza es fascinante. Así, a mí un insecto me cansa pronto, pero un entomólogo me cansa mucho antes.

En los estados en los que el ser humano es una máximo de expresión, no puede aprender nada de sus iguales en la misma coyuntura, porque están en un estado de proporcionalidad inversa entre expresión y humanidad, y todos los seres son iguales en su ser.

En realidad, tengo que ir dándome cuenta, mi realidad no depende ni de lo que yo haga ni de mis intenciones. – Pero me gustaría poder mantener la costumbre de anotar que me voy a dormir: porque es lo mejor de estar despierto, porque no sabes si vas a despertar, y porque no es un acto repetido, pues quizás mañana despiertes y no puedas dormir jamás.

Mi vanidad. – No me la noto en que me gusta saber que me leen, porque eso no es vanidad, sino sentido común; mi vanidad me la noto en que me gusta leerme. ¿Y qué otra cosa es escribir sino vanidad, crear las condiciones para escucharse a uno mismo siempre y las veces que quiera?


Segundo día.

Ayer: No “Cae la noche”, porque cae el Sol, cae el día. En su caída, el Sol arrastra al día para dar paso a la noche, para que el hombre vea que hay más luces, más estrellas. La noche es una bendición, tanto en el cielo como en el sueño, para la memoria.



Cuando llega el momento en el que uno está harto de sus propias mentiras y de las injusticias que comete o ampara, ha de actuar como si tuviese la certeza de que al instante siguiente fuese a morir. Sólo así es posible reunir el valor para la reparación.

Me dicen: “El chamán sube a la montaña y se pasa tres días en una roca. Luego baja y comunica a los demás el mensaje que ha recibido”. – Poco que comentar: un caso flagrante de dureza de oído.

Es otro día lleno de minutos, hasta hacer vomitar, en el que sólo hay tiempo y su rastro, que sólo pueden ser acciones permitidas por su hacerse sentir. Así, beber, escribir, fumar, pensar, leer, estarse quieto fingiendo no hacer nada. Cada uno de estos minutos es un asesino confeso: tic, confieso que – tac, te estoy matando. La conciencia secreta tristeza y amargura, los jugos de lo irreversible camino del precipicio. – Pregunta: ¿Es realmente necesario que con el paso del tiempo la conciencia sea, en su mayor parte, un cementerio?

El tabaco es un buen compañero, aunque mate. Y, en esta vida, qué no mata. Gracias a que no embriaga, la conciencia puede observar en toda su pureza la naturaleza y función de los vicios: hacer algo para despistarse y entretenerse un poco mientras acompañamos al tiempo en el asesinato que perpetra con nosotros.

Jünger sólo tuvo un problema: el mismo problema que tendría un purasangre que intentase contarles a los burros qué es correr.

Qué difícil es decir lo que uno piensa y siente cuando sabe que las consecuencias serán más dolorosamente insoportables que el sufrimiento que se padece y del que habla el silencio de lo que se piensa y se siente.

¿Cuándo he ayudado yo a alguien? Nunca. Eso lo dice todo de mí. En estos días tan difíciles, se ha corroborado la vieja sabiduría: En los momentos duros se conoce a los amigos.

“Que tus palabras sean como tus silencios”. – ¿Será posible, cuando la conciencia es un pandemónium, más o menos coherente, de voces?

La traición al mundo puede ser una fidelidad de rango superior. Basta para ello con saberse un medio hacia algo tan perfecto como desconocido que lo convierte a uno en una migaja apenas necesaria.



Sobre las palabras como experiencia. – No hay necesidad de buscar ni en lo divino ni en lo poético. Ejemplo: Cuando las palabras “Te amo” no surten efecto en la realidad y, por lo tanto, al oírlas no se convierten en experiencia de amor, sólo son, como se suele decir, palabras, y no amor.

Con el paso del tiempo, toda conciencia ya sólo es un muladar. ¿Es absolutamente necesario?


Tercer día.

Mi conciencia, que sólo es lucidez, es un faro que ilumina hasta el fondo más profundo de mis cloacas.

El miedo. – Señal de peligro que muchas veces no indica ningún peligro. – Nada hace más daño entre los hombres que hacer o no hacer guiados por el miedo. – No sólo es verdad que “con miedo no se puede vivir”, sino que tampoco se puede morir, y lo único que hace el miedo es perpetuar la decisión de sufrir y hacer sufrir.

La experiencia de la nada puede dejar un rastro de umbrales, por ejemplo en forma de palabras. Quien sea capaz de leer esas palabras con el órgano de la muerte, el alma, que es el órgano del sentir lo insensible, el órgano del saber inerte; quien sea capaz de eso, atravesará con su alma ese umbral y experimentará la nada.

Nietzsche tiene razón si no existe la nada. Y Nietzsche nos puede enseñar cómo tratar la posibilidad de toda imposibilidad, de la nada. Así, habría que hacer un trabajo profundo para dilucidar si las clásicas y habituales asociaciones con las que se revista a la nada son realmente reales. Es decir, si a la nada se la puede asociar, qué sé yo, con la muerte, el dolor, el error o la mentira, y con el miedo y la angustia. Quizás habría que empezar a pensar, de una forma más sobria, sobre la relaciones entre la nada, el ser y el devenir, sin más.

¿Podría desarrollar una pragmática provisional y aprovechar el absurdo?

Pero qué inútil parece todo en cuanto uno se lanza y enreda en los afanes del mundo… Ahí, en vez de ganar peso y sentido, las cosas se vuelven aplastantemente insustanciales e inconsistentes. Y el éxito sólo sirve para acentuar la propia miseria, lo que lleva a tener que multiplicar los esfuerzos para ocultarla.

Tengo que dedicarle unas palabras al dinero: se me está acabando. Creo que son palabras eternas, las que siempre definirán la naturaleza del dinero.



El artista no puede tener ni buena conciencia ni buena opinión de sí mismo, pues se sabe un traidor de la peor especie: con cada obra que crea, traiciona lo que más ama: la perfección. – Este es un detalle más que revela que el artista, cuando es un creador, está, incluso sin querer o merecerlo, más cerca de la humanidad que el resto de los hijos de hombre y mujer: en este caso, el acto creativo le revela, sin margen para el autoengaño, la miseria de ser humano y, en esencia, la de ser en el tiempo, miseria exponencialmente agigantada por la conciencia del paso del tiempo y de su final.

Lo cierto es que para llegar a ser “buena persona”, y ya no digo un santo, o hay que creer que el tiempo o no existe o es una ficción, o hay que creer que el tiempo es un coto cerrado para cazar méritos con el fin de recoger el trofeo en un más allá del tiempo, cuando empieza la gran veda.

Ha pasado lo que tenía que pasar, y a Jünger lo leo con cuarenta años. ¿Qué habría hecho con él a los veinte? Y, por la misma razón, a Nietzsche tenía que leerlo a los veinte años. ¿Qué habría hecho con él leyéndolo por primera vez a los cuarenta?

Y esto se me ocurre ahora porque Jünger está leyendo los fragmentos póstumos de Nietzsche. ¿Y yo, si termino a Jünger, con qué sigo, con los fragmentos póstumos? Para mí, estas cuestiones son prácticamente de vida o muerte.

Uno no deja de asombrarse del corazón humano: cómo es capaz de amar y odiar una misma cosa. Bueno, supongo que la solución a este estúpido enigma es muy sencilla: es así cuando esa cosa con lo que te da te hace estar en el paraíso, y con lo que no te da te hace padecer un infierno.

Abro la Biblia al azar: Salmo 40. Acción de gracias. Petición de auxilio.

Y yo, pobre soy y desdichado,

pero el Señor piensa en mí;

tú, mi socorro y mi libertador,

oh Dios mío, no tardes.



Cuarto día.

Iba a decir “Noche sin sueños”, pero es el día de hoy el que va a quedarse huérfano de sueños. – Mal empezamos.

La vida, los hechos que se suceden, es fácil de entender; lo difícil es comprender el orden en que se suceden esos hechos. Así, de joven se descubren todas las preguntas, y sólo al llegar a viejo se descubren algunas respuestas, es decir, cuando ya es demasiado tarde. Y si en la vida el conocimiento siempre es “demasiado tarde”, si se responde a la pregunta sobre el sentido y función de ese conocimiento, ¿se tendría la clave para saber si el orden en el que se suceden las cosas en la vida es azaroso y carece de sentido y fin, o bien obedece a un plan con un sentido y una finalidad?

Dios ha de ser vida y dios de la vida, pues la vida es lo más frágil, y lo inerte es eterno en sus metamorfosis. Lo indestructible en el hombre ha de ser, pues, lo inerte. Habría que saber si eso indestructible-inerte es la conciencia (incólume a pesar de perder su encarnación temporal), o el alma como nada en el ser, como órgano de la muerte, como huésped perenne de la muerte y de la nada que anuncia en el tiempo de la vida, a través del saber inerte, su indestructible estar de paso aquí. – Esta y no otra es la gran pregunta y la gran pena del ser humano, porque la existencia o no existencia de Dios no es problemática: si existe, está y estará siempre con nosotros, ayudándonos; y si no existe, la pregunta sigue sin respuesta.

Acabo de descubrir por qué se me mueren las plantas: Estoy tan solo, es decir, tan centrado en mí mismo, que no tengo tiempo para nadie ni para nada más.

Siempre queda otra opción: dejarse abismar en la experiencia del amor y no luchar contra el dolor, la soledad, la desesperanza y la desilusión. O dejar de hacer aquello que según Proust hacemos: “Al amor se le pide amor – y algo más”.

Paradoja: ¿Desperdiciar la vida puede convertirse en una costumbre, en un modo de vida, en una forma de conservar la vida?

Imaginemos que el medio le dice al fin que es un final. – Imaginemos con toda la pureza posible, sin moral ni pragmática. – El medio le dice al fin que es un final. ¿Y qué sucede? Es más, ¿qué importa lo que suceda? Es más, ¿lo que sucede no está ya en el orden de medios y fines y finales? Y, por lo tanto, ¿a qué dar tantas vueltas?

Levanto la cabeza. Hoy, ahora, por fin veo a Venus completamente clara. – Sobran las palabras, más palabras.


Quinto día.



Hoy no he soñado. Ya van dos noches seguidas. ¿Por qué sueño tan poco? ¿A qué se dedica esas noches mi máquina de pensar? Echo de menos, sobre todo, los encuentros femeninos en los sueños. Estos me compensan de las angustias que paso también mientras duermo. Los sueños no son más que la vida que corre paralela a sí misma: pero nada de lo que pasa tiene consecuencias. Quizás sea esa su belleza. - ¿Y sería posible trasladar a la vida diurna la vida onírica? No hablo de la ausencia de consecuencias, claro.

Las figuras de Vautrin y Corentin, uno en la sombra y otro en la oscuridad, ambos inmunes a la belleza y al placer femeninos, se alzan ante mí como enigmáticas posibilidades, tan envidiables como imposibles.

Cuanto más viejo se hace Jünger, más claro deja que no cree ni en Dios ni en los dioses, que no cree en su existencia pre-humana, quiero decir. Y eso que parece tan inteligente.

Quizás debería vivir, de una vez por todas, no como si no tuviese futuro, sino como si me quedase un poco de tiempo. – Esto me llevaría a hacer sin calcular ni esperar consecuencias.


Sexto día.

Sueños, sí, pero de una fealdad ridícula. Y tuve que rescatarlos del olvido nada más despertar con el bichero de lo absurdo. Así pues, comienzo el día con un esfuerzo para que no se me escape algo desagradable.

La pregunta es: ¿Qué significa que en un mundo como este exista el amor? ¿Qué dice eso del mundo y también del amor? – No tengo ni la más remota idea. Pero parece que el mundo es enemigo del amor, y está enamorado de él.

Una cosa parece irrebatible sobre este mundo: la cantidad de dolor es inversamente proporcional a la cantidad de verdad. - ¿Y el amor, y el amor? Parece que se comporta como un tercer término oculto en toda ecuación, como un factor caótico que trastoca las proporciones. ¿Qué es el amor? ¿Qué hace? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué significa la existencia del amor; cuál es su función? – Dolor y verdad, y el amor en el mundo. – Más incógnitas.

¿Qué sucede cuando se encuentran la belleza, con su poder de fascinación y su insalvable fuerza gravitatoria, y la inteligencia, con su poder para iluminar y crear de forma indistinguible, en el mundo del dolor y el error? – Una espiral: ¿Y si esa belleza y esa inteligencia son amos y esclavos del placer?

¿Realmente puede el mundo ser el enemigo del amor y, al mismo tiempo, estar enamorado de él? ¿Quizás sea así precisamente por el tiempo?



Extraño el tiempo, como si no existiese o como si fuese muchos: “Las horas son largas, la vida es breve”.

Fin del verano. Ya están aquí los preciosos ocasos del otoño.

En las impresiones/reflexiones de Jünger sobre lo inerte-orgánico, no sé por qué quiero ver a Schopenhauer y La voluntad en la Naturaleza. – Por cierto, y por otra parte, hay comentarios de Jünger sobre gramática y estilo que me parecen propios de un quinceañero. A pesar de que su inteligencia, su cultura y su destreza “casi” apabullan, me pregunto cuánto de “instintivo” con relación al lenguaje había en este hombre que a los noventa años recomienda irse a la cama con un diccionario etimológico.


Séptimo día.

Jünger acaba de remitirse a La voluntad en la Naturaleza.

El sacacorchos. – Espiral más palanca. – De la espiral, poco que decir: es la "conciencia" del círculo. – Sobre la palanca: Evidencia que una cosa es la simetría y otra el equilibrio. Así, se puede decir que el Universo es simétrico, carece de equilibrio y se mueve en espiral. – Quien dice el Universo, dice el hombre. – Y dice la mónada, esa fractalidad, más que ser.

La ciencia afirma que el Universo es asimétrico, levógiro. Más bien, habría que decir que el Universo, en su desequilibrio, aspira constantemente a la simetría, que alcanza en su movimiento espiral.

La imposibilidad del círculo (e incluso de la recta) tiene que hacer reflexionar al hombre. Sobre todo, en su inevitable, y casi incontrolable, capacidad para ficcionar perfecciones. Esto también es motivo de reflexión.

Jünger insiste en el valor de los hechos en los diarios, en la importancia de los detalles y las anécdotas en la Historia. – Bobadas. Prueba: sus propios diarios.

Yo. – Una palabra que se me ha vuelto odiosa, tanto dicha por mí como dicha por los demás.

Los ángeles (mensajeros) no son amables, no pueden ser amados, no guardan nuestras “cuatro esquinitas”. Todo aquel que nos dice algo esencialmente profundo de nosotros mismos, nos molesta, pues en cuanto que testigos insobornables, su función es molesta como el espejo en el ascensor en el que de repente nos encontramos con nuestra fealdad.

Cuando sólo hay sufrimiento, sólo cabe desear una cosa: que no se convierta en daño, que el dolor sea dolor. –


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