jueves, 8 de septiembre de 2011

VANILOQUIO DEL SOLADOR


Imaginé un blog llamado Soliloquio del farero. Pero para qué fingir lo que no se es, para qué pretender ficcionar lo que ni la imaginación consiente.

Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma…


Creo que todos estaremos de acuerdo en que este no es un poema de La realidad y el deseo; no es uno, no: aquí Cernuda fundió dos poemas. El primero es Soliloquio del farero, y debajo de este título-poema, la página en blanco, todo un libro de páginas en blanco. El segundo poema son los versos, sin necesidad de título.

¿Cómo pude imaginarme merecedor de usufructuar todo esto? Así que imaginé un blog llamado Vaniloquio del solador.

Cómo llenarte, soledad,
sino conmigo mismo…

Así que se me va el alma al suelo, que es ese lugar por el que también se camina, pero que es, en esencia, donde recuperar el tiempo perdido – cuando nos erguimos y empezamos a caminar y a mirar al frente y a otear el suelo, lejano, de vergüenza y miedo -, donde empezar a acostumbrarse a la eternidad.

Desde la cuna-cama-tumba del suelo se ve mejor el cielo: por la noche te llenas los ojos de estrellas y sabes que tú no eres nada más que una luz fugaz que ha dejado de arrastrarse para reposar, para aprender a no moverse, para ser apenas, cada vez más un poco menos.


En el suelo


en el suelo,
en él suelo reencontrarme.
en el suelo no
dominguero de los parques.
en el suelo no
ciudadano de las aceras (aún soy cobarde).
en el suelo olor
a las colillas de mi jaula sin aire.
en el suelo desde
donde la punta de mi cigarrillo al cielo
envía señales, amantes, para reencontrarse.

*


necesito todo el cielo para mí,
por eso cierro los ojos y los abro
en la noche. se acostumbran a ver
que no hay sucesión, que todo es ocasión,
la misma ocasión. y esa luz no es
avión, es de la naturaleza de las estrellas,
luz en mis ojos, luz de mis ojos, y creo
que se llama aeroplano fugaz.

*

me he salido al suelo duro, al eje del coxis,
y ahora juego a la ciega con las tabas de las estrellas.

*

también aquí se está bien,
he de sentir la soledad de los huesos,
mi tuétano. he de sentir
sin huir este duro suelo de no encontrar
equilibrio tampoco en la horizontal.

*

es en el suelo donde todo se distiende,
donde los ojos se llenan de estrellas.

decúbito supino, ese silogismo,
en tragicómica lengua casi muerta,
de la filosofía de estrellarse.

equilibrio cósmico de gimnosofista
que acostado no se cae hacia arriba
ni sufre la cónica tentación de levitar.

*

los cielos y yo
(ahora lo veo)
nos movemos con tal armonía de mareas
que estamos quietos.
se mueven coquetas las olas de las nubes
para que nosotros coqueteemos.


*

qué fuerza es esta para sufrir,
y quién abrazará luego a anteo;
vagabundo diamante, descielado
carbón del suelo.


está bien que no se pueda escarbar,
ni arañar. contra la baldosa se derrumba
la vertiginosa ilusión del abismo.

*

nunca se está tumbado solo en el suelo;
siempre hay a su cabecera una sombra,
la elegía desde la eternidad.
tampoco en la soledad del duro suelo
reina la soledad. todo suelo tiene su sombra
vertical, y tras ese umbral la puerta
alberga las muchedumbres de una ausencia.

*

se me va el santo al suelo
y rueda por la acera como una moneda,
céntimo que se para en la esquina del plano.
y aunque quiere dar pena, es pobre para dar
el universo que encierra.

*


caminaba… me acerqué al árbol, y vi
que todo pasaba alrededor de su pacífica espera.
y quise ser como él, y vi
que no soy árbol y que el árbol tampoco espera.

caminaba… me acerqué al río, y vi
la fuga de su constante lecho acunando risas.
y quise ser como él, y vi
que no soy río y que el río tampoco ríe.

recuerdo que caminaba… me acerqué al hombre, y vi
que yo no era hombre y él tampoco era hombre,
y dejé de caminar y tendí en el suelo
esta humanidad mía que no espera, que no ríe,
que caminaba por el suelo para llegar a esta nada del suelo.

*

sólo se espera solo
en el basurero, a las
afueras de la ciudad. y
lo demás es tiempo entre-
tenido con los pies en el suelo.

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