miércoles, 5 de septiembre de 2012

¿Cómo puedo darme de baja?


Estoy suscrito, vía correo electrónico, a las novedades editoriales de varios negocios de impresión y venta de libros. Tengo mis tenderos favoritos y espero sus nuevas con el placer de quien aguarda la próxima venida al mundo del redivivo monstruo de siempre que certifica que este antro es, básicamente (o sea, al por mayor), un criadero de sandios más peligrosos que el denostado tabaco. El placer es tanto físico como espiritual: mi cuerpo entra en una aceleración que me hace sentir en el quicio del éxtasis, y mi mente me aúlla que en esta anárquica máquina de ordenadores y trujimanes puedo ser tan libre como me plazca.

Veo lo siguiente.


Abro el Word. Me pongo música a tono, relajante: Exploited. Sick bastard, Sex and ViolenceY escribo.

Escribo que aquí viene otra de Murakami. Aquí está la prueba de que la basura, aunque por los aires suba, sigue siendo basura. Aquí está otro tocho para adolescentes de más de treinta y cinco años, eternos pipiolos narcisistas adorados por su adorado relator, el de la escritura en simbiosis con lo escrito, esa coherencia de escribir estúpidamente sobre estupideces que por lo visto se llama literatura.

Traguémonos la sinopsis.

“Cuando el joven protagonista de esta novela siente la necesidad de ajustar cuentas con el pasado, viaja a Sapporo para alojarse en el Hotel Delfín […]”.

O el protagonista es joven o ya pueden ahorcarse, sean ustedes lectores o escritores. Este joven, además, aprovechando que es joven, tiene pasado, así que siente la necesidad de ajustar cuentas con su infancia, suponemos. O eso, o estamos ante otro caso de confusión cronológica, como si ya no hubiese diferencias entre un joven y un adulto. ¿Y las hay?

“[…] donde pasó una semana con una mujer que desapareció misteriosamente de su vida.”.

Misterio, amigos míos. Una mujer desaparece. Se va sin avisar y sin volver a dar señales. ¿Se irá, también, sin recoger los pelos del baño? Misterio. Un hotel, una semana, quizás unos polvos. Misterio… La mujer se va misteriosamente, quizás se va, sencillamente. Misterio… Intriga… Dolor de barriga… Qué pasará y cómo… Emoción.

“Su estancia allí propicia la aparición de personajes envueltos en un aura de irrealidad: […]”.

El joven está allí, en el hotel, y por eso aparecen otros personajes. Pa’ cagarse y no limpiarse. Los personajes están envueltos, sí, pero en un aura, oye, y de irrealidad. Esto se pone interesante. ¿Serán fantasmas, zombis, hijos de hombre y mujer inteligentes?


[Juan Luis Calbarro desmonta La literatura explicada a los asnos. Si hay asnos que escriben, todavía quedan lectores que piensan. http://librosquemegustaronono.blogspot.com.es/2012/08/que-no-entiendo-yo-por-manual.html]

“[…] una guapa recepcionista que ha vivido experiencias inverosímiles […]”.

¡Hala, guapa! ¡Y experiencias inverosímiles! Es para no creérselo. Pero apostaría que ha conocido a mucha gente, tal vez porque es recepcionista. Todo esto penetra en la irrealidad…

“[…] una adolescente dotada de una aguda sensibilidad […]”.

¡Sí! ¡Una adolescente! ¡Y sensible! ¡Muy sensible! Ya puedo, a mis cuarenta primaveras, sentirme reconocido en más de un personaje de la novela. No tengo paciencia y quiero saberlo todo sobre esta adolescente dotada de una aguda sensibilidad porque me pregunto dónde la atesora. Tiro por la ventana el volumen de Goethe y voy al orinal antes de conocer la vida de esta adolescente, ¡ay!

“[…] o un antiguo compañero de colegio que lo meterá en aprietos.”.

Ya hemos llegado al ajuste de cuentas con el pasado, ya está aquí la infancia, los amigüitos del cole. Ya están aquí los aprietos, las dificultades existenciales. Me temo que el viejo amigo (de veinte años de edad, calculo) le ha pedido a nuestro héroe que cuente una mentirijilla para tirarse a la guapa recepcionista de experiencias inverosímiles o para meterle mano a la sensible adolescente. ¡Qué guay!

“Porque sólo se regresa al Hotel Delfín para poder empezar de nuevo.”.

Corro al Google para buscar todos los hoteles Delfín de este planeta de los simios, hago una lista, voy a mi mapamundi y tacho con rotulador indeleble los países en los que se encuentran.

Qué quieren: imaginen que por imprudencia o casualidad voy a parar a uno de esos hoteles y tengo que empezar de nuevo este comentario acerca de jóvenes con pasado, mujeres que se van sin despedirse, guapas recepcionistas de experiencias inverosímiles, adolescentes sensibles, amigos del cole, misterios y auras de irrealidad cuando lo que yo quiero es darme de baja, nada más: darme de baja de tanta chorrada.

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