Estoy suscrito, vía correo
electrónico, a las novedades editoriales de varios negocios de impresión y
venta de libros. Tengo mis tenderos favoritos y espero sus nuevas con el placer
de quien aguarda la próxima venida al mundo del redivivo monstruo de siempre
que certifica que este antro es, básicamente (o sea, al por mayor), un criadero
de sandios más peligrosos que el denostado tabaco. El placer es tanto físico
como espiritual: mi cuerpo entra en una aceleración que me hace sentir en el
quicio del éxtasis, y mi mente me aúlla que en esta anárquica máquina de
ordenadores y trujimanes puedo ser tan libre como me plazca.
Veo lo siguiente.
Abro el Word. Me pongo música
a tono, relajante: Exploited. Sick bastard, Sex and Violence… Y escribo.
Escribo que aquí viene otra de
Murakami. Aquí está la prueba de que la basura, aunque por los aires suba,
sigue siendo basura. Aquí está otro tocho para adolescentes de más de treinta y
cinco años, eternos pipiolos narcisistas adorados por su adorado relator, el de
la escritura en simbiosis con lo escrito, esa coherencia de escribir
estúpidamente sobre estupideces que por lo visto se llama literatura.
Traguémonos la sinopsis.
“Cuando el joven protagonista
de esta novela siente la necesidad de ajustar cuentas con el pasado, viaja a
Sapporo para alojarse en el Hotel Delfín […]”.
O el protagonista es joven o
ya pueden ahorcarse, sean ustedes lectores o escritores. Este joven, además,
aprovechando que es joven, tiene pasado, así que siente la necesidad de ajustar
cuentas con su infancia, suponemos. O eso, o estamos ante otro caso de
confusión cronológica, como si ya no hubiese diferencias entre un joven y un
adulto. ¿Y las hay?
“[…] donde pasó una semana con
una mujer que desapareció misteriosamente de su vida.”.
Misterio, amigos míos. Una
mujer desaparece. Se va sin avisar y sin volver a dar señales. ¿Se irá,
también, sin recoger los pelos del baño? Misterio. Un hotel, una semana, quizás
unos polvos. Misterio… La mujer se va misteriosamente, quizás se va,
sencillamente. Misterio… Intriga… Dolor de barriga… Qué pasará y cómo… Emoción.
“Su estancia allí propicia la
aparición de personajes envueltos en un aura de irrealidad: […]”.
El joven está allí, en el
hotel, y por eso aparecen otros personajes. Pa’ cagarse y no limpiarse. Los
personajes están envueltos, sí, pero en un aura, oye, y de irrealidad. Esto se
pone interesante. ¿Serán fantasmas, zombis, hijos de hombre y mujer
inteligentes?
[Juan Luis
Calbarro desmonta La literatura explicada
a los asnos. Si hay asnos que escriben, todavía quedan lectores que
piensan. http://librosquemegustaronono.blogspot.com.es/2012/08/que-no-entiendo-yo-por-manual.html]
“[…] una guapa recepcionista
que ha vivido experiencias inverosímiles […]”.
¡Hala, guapa! ¡Y experiencias
inverosímiles! Es para no creérselo. Pero apostaría que ha conocido a mucha
gente, tal vez porque es recepcionista. Todo esto penetra en la irrealidad…
“[…] una adolescente dotada de
una aguda sensibilidad […]”.
¡Sí! ¡Una adolescente! ¡Y
sensible! ¡Muy sensible! Ya puedo, a mis cuarenta primaveras, sentirme
reconocido en más de un personaje de la novela. No tengo paciencia y quiero saberlo
todo sobre esta adolescente dotada de una aguda sensibilidad porque me pregunto
dónde la atesora. Tiro por la ventana el volumen de Goethe y voy al orinal
antes de conocer la vida de esta adolescente, ¡ay!
“[…] o un antiguo compañero de
colegio que lo meterá en aprietos.”.
Ya hemos llegado al ajuste de
cuentas con el pasado, ya está aquí la infancia, los amigüitos del cole. Ya
están aquí los aprietos, las dificultades existenciales. Me temo que el viejo
amigo (de veinte años de edad, calculo) le ha pedido a nuestro héroe que cuente
una mentirijilla para tirarse a la guapa recepcionista de experiencias
inverosímiles o para meterle mano a la sensible adolescente. ¡Qué guay!
“Porque sólo se regresa al
Hotel Delfín para poder empezar de nuevo.”.
Corro al Google para buscar
todos los hoteles Delfín de este planeta de los simios, hago una lista, voy a
mi mapamundi y tacho con rotulador indeleble los países en los que se
encuentran.
Qué quieren: imaginen que por
imprudencia o casualidad voy a parar a uno de esos hoteles y tengo que empezar
de nuevo este comentario acerca de jóvenes con pasado, mujeres que se van sin
despedirse, guapas recepcionistas de experiencias inverosímiles, adolescentes
sensibles, amigos del cole, misterios y auras de irrealidad cuando lo que yo
quiero es darme de baja, nada más: darme de baja de tanta chorrada.
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