sábado, 6 de abril de 2013

Hugo Wolf y el Simply


El 5 de abril asistí a un concierto de lieder en la Fundación Juan March de Madrid (http://www.march.es/Recursos_Web/Culturales/Documentos/Conciertos/CO4308.pdf). Elizabeth Watts, soprano, y Roger Vignoles, piano, interpretaron piezas del Italianisches Liederbuch de Wolf y Der Krämerspiegel de Strauss en su integridad. La obra de este último, un ataque frontal a los editores, me vendrá de maravilla para mi planeada entrada Editores, mierda, etc. Ya llegará. Pero yo asistí al recital para cumplir el sueño de escuchar en vivo obras de Hugo Wolf, de quien disfruto en grabaciones desde que tenía dieciocho años.
                                        
Muertos Fischer-Dieskau, la Schwarzkopf y Gerald Moore, no podía desear nada mejor que a la expresiva Watts y al virtuoso Vignoles introducidos, espléndidamente, por una hora de presentación de Luis Gago (quien aleccionó al rebaño sobre cuándo reír). Hay sueños que se cumplen y no desilusionan. Sin necesidad de seguir las letras en el folleto y sin saber más alemán que un dóberman, pude tararear cada canción al tiempo que repasaba los pasados veinte años de mi vida.

Hay un placer que llega suavemente con una intensidad inconmensurable y que tiene sus raíces en el reencuentro. Y uno puede hablar de estas cosas, es decir, de uno mismo, cuando está solo, porque ¿de qué se va a hablar en la soledad? Así que hablaré de un placer inusitado y superior a Hugo Wolf. Recorría yo la calle de Castelló, en pleno barrio de Salamanca, cuando me hicieron ver que mejor haría en seguir la paralela, Núñez de Balboa. Y eso hice. Y seguí y seguí hasta que vi, en la otra acera, un Simply. Entonces sonreí. Sonreí como si ya hubiese escuchado a Wolf, como si ya no hiciese falta ir al concierto, sonreí con la convicción de que uno no es de donde nace ni de donde pace.

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