CHABROL, Claude. Cómo se hace una película. Madrid: Alianza,
2009. Traducción de Carlos Barbáchano.
Aprovechando que no me gusta
el cine, vuelvo a la carga con el comentario de un mal libro sobre cine. Cómo se hace una película es, por lo
visto, el resultado de una entrevista hecha a Chabrol: han desaparecido las
preguntas y quedan, organizadas en temas, las respuestas del director. Un
recurso más o menos necesario que se ajusta a la imprecisión del título.
Porque el título es ya una
exageración desde el momento en que el propio realizador afirma que “cada uno
tiene su modo de ‘hacer’ una película […] por lo que no tiene sentido hablar de
una escuela de cine” (p. 7). Por lo tanto, el título tendría que ser Cómo hago yo una película.
¿Y cómo hacía Chabrol las películas?
En primer lugar, piensa qué quiere hacer y cómo quiere hacerlo: “La reflexión
siempre mejora el resultado” (p. 33). Esta reflexión previa al rodaje supone
tomar una decisión: “transformarnos en narrador para poder comer todos los días”
(p. 12). Sobre el papel de la supervivencia como factor crucial en la realización
de una película volverá al final del libro (p. 86). En segundo lugar, durante
el rodaje Chabrol se dedicaba a disfrutar, lo que considera imprescindible, y a
manejar a la gente a su alrededor en función de si podía darles órdenes explícitas
o de si tenía que usar trucos diplomáticos para sacar lo mejor de cada uno
(especialmente en el caso de los actores). Finalmente, llega la hora de la
presentación y de la venta del producto, lo que Chabrol llevaba con cínica
resignación.
Para el director de la nouvelle vague, un crítico no es más que
alguien que da su opinión a partir de la impresión que le causa una película
(p. 85). En este sentido, la labor del crítico estaría en consonancia con el
trabajo del realizador: cada uno hace lo que mejor le parece sin ningún
criterio solvente.
El hecho de que este libro se
haya publicado ya es una exageración, porque toda recopilación de anécdotas lo
es; y se trata exageración acorde con la misma naturaleza del cine: un medio
que a pesar de entrar a lo bruto por ojos y oídos tiene que aumentarlo todo
para que cause unos efectos fisiológicos que no tienen mucho sentido.
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