Queridos amigos, os anuncio que dejo el blog. No sé si a partir de ahora seguirá o no en funcionamiento. Os agradezco cordialmente vuestra paciencia y vuestra amistad. Hasta siempre.
Roberto
Queridos amigos, os anuncio que dejo el blog. No sé si a partir de ahora seguirá o no en funcionamiento. Os agradezco cordialmente vuestra paciencia y vuestra amistad. Hasta siempre.
Roberto
Este es el comentario:
Seria interesante conocer al autor de la crítica. Esconderse bajo siglas oscuras no es propio de un crítico serio. La discusión se hace entre personas visibles no entre fantasmas. Además, hay que tener respeto por un grupo de profesores que sacrificaron su tiempo para poner a disposición de los estudiosos la obra de Nietzsche.
Estimado amigo:
Mi nombre es Roberto Vivero Rodríguez. Nací el 20 de abril de 1972. Mi DNI es el 32655742c.
Ya ve que me dirijo a usted como amigo, pues entiendo que lo que le ha animado a dejar su mensaje es la buena voluntad, y no puede haber enemistad entre hombres de buena voluntad.
Paso a responder a su comentario.
Seria interesante conocer al autor de la crítica. – Ciertamente, no veo qué interés puede tener esto. Casi me suena al peligro de hacer acepción de personas, o de caer en el argumento ad hominem, o de tener preparada en la manga la dogmática daga del “enmucetado” criterio de autoridad que dan, para algunos, los certificados académicos. Pero se lo voy a poner fácil: No soy nadie y no sé nada. Y, lo que es peor, no he pasado por la Facultad de Filosofía ni la de Filología. Durante toda mi vida me he limitado a leer y pensar, y sólo me ha movido la curiosidad, las ganas de saber algo, y, sobre todo, la creación con palabras. Lo interesante es no quién habla o escribe, sino lo que se dice. Mire, si yo entro a robar en una joyería y me delata un ladrón reincidente, no por eso será mentira su denuncia.
Esconderse bajo siglas oscuras no es propio de un crítico serio. – Siento decirle que ha elegido mal el verbo con el que comienza esta oración. Porque no me escondo ni bajo siglas ni bajo palio. Este blog lo comenzamos dos personas, y como la otra persona no quería que su nombre fuese público, decidimos obviar nuestras identidades. A mí la idea me gustó no porque así permanecía en la impunidad del anonimato, sino porque creo que quizás habría que volver al antiguo anonimato para que lo que realmente importe sea el texto, no quien lo escribe. En cualquier caso, he mantenido esta línea, pero le aseguro que no para esconderme. Fíjese que más bien es todo lo contrario: yo escribo, me han publicado tres libros, y no me vendría mal un poco de publicidad, pero me ha parecido más “serio” no mezclar el interés con la creación. (Y le aseguro que si alguien comenta negativamente mis libros, pueden suceder dos cosas: que ese alguien lo haga para ir en mi contra, y por lo tanto a mí me da igual; o que lo haga porque cree estar diciendo la verdad, y entonces intentaré aprender). Otra cosa: Las “siglas oscuras” no son de mi invención: el programa del blog me las adjudicó sin encomendarse a nadie. Por último: No soy un crítico, y por lo tanto no puedo considerarme un crítico serio. Cuando escribo no pienso ni en mí ni en el autor del libro que reseño, si una reseña es lo que me ocupa: pienso en el texto. Por supuesto, mi ignorancia me hará cometer infinidad de errores, pero le aseguro que siempre parto de la premisa de no desviarme, al menos con la intención y el esfuerzo, si no del conocimiento, sí al menos de la recta opinión. – Siento que piense que me escondo. Mire, la editorial Trotta se puso en contacto conmigo; en ningún momento me dijeron que hiciese ningún cambio en la reseña, pero a mí me faltó tiempo para reconocer que había cometido excesos estilísticos e hice los cambios pertinentes. Y quiero pensar que lo que más les ha dolido a los editores no ha sido mi comentario del libro, sino la conciencia de haber puesto en el mercado un producto que no se ajusta a sus propios criterios de calidad.
La discusión se hace entre personas visibles no entre fantasmas. – Bonita frase, sin duda, pero no veo la obligación de poner una foto mía para que se me vea y para que se vea que no soy un fantasma, sino un don nadie de carne y hueso; y no haré esto porque soy demasiado feo y no quiero maltratar, hasta ese punto, a los que visiten el blog. Por otra parte, le invito también a usted a que abandone el estado fantasmal y firme su comentario como persona visible. Y las discusiones, y mire que aquí no hay discusión posible, pues en ningún momento me mueve el afán de polémica y estoy convencido de que en el fondo estamos de acuerdo; digo que las discusiones pueden desarrollarse incluso entre personas “no visibles”.
Además, hay que tener respeto por un grupo de profesores que sacrificaron su tiempo para poner a disposición de los estudiosos la obra de Nietzsche. – Tengo el máximo respeto por todo aquel que quiere hacer bien su trabajo, se lo aseguro, y más cuando ese trabajo está al servicio del conocimiento. Y es debido a ese respeto por lo que me he animado a mostrar lo que yo no he inventado, lo que está ahí. Y lo que ahí está es que la mejor editorial de este país pone a la venta por un precio elevado (pero justo) un libro en el que un Catedrático de Filosofía escribe “encima mío”. Dígame: Si veo que esto lo escribe un chico de Segundo de la ESO, ¿qué me recomienda que haga? ¿Me acuerdo de los padres y de las madres del sistema educativo, maldigo a la juventud actual, me pongo a añorar, ay, las nieves de antaño? Porque respeto a esos profesores, porque respeto a la editorial Trotta, y porque respeto a los lectores, he de escribir lo que he escrito. Aquí el problema no es que alguien describa la realidad: el problema es la realidad. Si usted compra un ordenador y está plagado de defectos, ¿no acude de inmediato a la tienda? ¿O se para a pensar que lo han ideado y lo han fabricado ingenieros y “mileuristas” con todo su esfuerzo y cariño y, por lo tanto, ha de quedarse con el ordenador defectuoso? Es el respeto lo que me mueve. Porque yo no gano nada con todo esto, ni dinero ni vanidad. Y el grupo de profesores del que me habla no creo que hayan “sacrificado” su tiempo, porque no sé por qué tengo la sospecha de que han cobrado por hacer este trabajo de traducción, y cobran un sueldo en sus cátedras por hacer su trabajo, y los que se dedican al conocimiento y la creación jamás tienen la sensación de estar sacrificándose, y si les pasa eso, lo mejor que pueden hacer es dedicarse a otra cosa para no sufrir tanto.
Espero que de algo haya servido esta respuesta. No es mi intención ni atacar ni defenderme. Siento que mi estilo moleste, lo siento de veras, y puedo asegurarle que es el propio estilo el que se venga en mí por todos ustedes.
Esta nota sigue al cambio que he realizado en el texto que reseña el quinto volumen de la correspondencia de Nietzsche publicado por Trotta. Un correo enviado por dicha editorial me ha animado a rectificar no el estilo, al que no puedo renunciar, pues sería renunciar a mí mismo, ya que no es una pose, es decir, un fingimiento; digo que me ha animado a rectificar no el estilo, pero sí algunas expresiones hirientes y, por lo tanto, innecesarias. Pido públicamente perdón por el sarcasmo, siempre ofensivo, y deseo que esta rectificación sirva como agradecimiento ante el valor de pedir disculpas sin rodeos por un trabajo no del todo idóneo. En cualquier caso, siempre son los mejores los que también en los malos momentos saben estar a la altura, y yo no dejo de pensar que Trotta es la mejor editorial de este país.
Y sin embargo se mueve, amigos míos. Quiero decir que seguimos a vueltas con el escándalo editorial (no sé si sólo en España). Parece que la endogamia editores-escritores-periodistas no acarrea nada bueno. En este sentido, probablemente Internet haya venido a abrir el hueco a los lectores, muchos de ellos conocedores y exigentes, un hueco que rompe esa cadena viciosa de, en muchos casos, meros favores recíprocos e intereses económicos.
Se diría que hay una ley del silencio. Todos los que escribimos podemos contar (y nos contamos los unos a los otros) escalofriantes anécdotas (y no es la palabra, pues una anécdota es como una excepción, y aquí estamos ante una regla) sobre la relación con los editores. Los lectores quedan excluidos de lo que pasa entre bastidores. Por ejemplo, ¿cuántos lectores podrían imaginarse que la publicación de una obra literaria está en manos de editores que cometen salvajes faltas de ortografía? – En fin, mejor callar. Y sobre la relación (no sé si simbiótica o parasitaria) que mantienen los que trabajan en la prensa con editores y escritores, no hay nada que decir después de lo dicho por Balzac en Las ilusiones perdidas.
Desde hace años me gusta decir que no quiero hablar de cultura porque es el único tema que me pone como un energúmeno. Pero lo hago. Supongo que no es un vicio, sino la constatación, por vía del dolor, de una fe inquebrantable en la existencia de amantes del conocimiento que están por encima de pasiones e intereses.
“No me basta con el conocimiento: quiero la experiencia”, me repite un amigo. Eso me recuerda al grito de guerra de la fenomenología “¡A las cosas mismas!”. Así que entre tanto estímulo, durante una semana he querido experimentar el diario. (Y a ver si así, de paso, me exorcizo de su obsesión).
Y he descubierto lo siguiente: 1) Puede convertirse en un vicio sin embriaguez, es decir, en una forma de que pase el tiempo sin sentirlo y sin salir de la propia conciencia; 2) Al menos llegados a esta edad, la conciencia no se hace ningún lío con su ya lío de voces, y se relaciona consigo misma en el espacio del diario de forma ideal; 3) He visto que apenas me atrae hablar de sucesos “externos”: el teatro de la conciencia lo ocupa casi todo, la relación entre conciencia y diario se asemeja a colocar dos espejos frente a frente: no hace falta más, o se diría que mantienen una relación fractal: la una siempre está dentro del otro, y este contiene a la primera, y así en mise en abyme; 4) Me he dado cuenta de la escritura fluye a la misma velocidad que los pensamientos: no he necesita pararme ni un instante a elegir ni una palabra.
Ahora toca lo peor: pasar por encima del pudor y mostrar las pruebas del experimento. Pido disculpas si a alguien le crea la impresión de estar ante un ejercicio de egolatría y exhibicionismo: nada más lejos de mi intención y de mi naturaleza.
DIARIO DE UNA SEMANA
Ayer pensamientos sobre la recuperación de objetos, como si en ellos hubiese tiempo depositado o fuesen sus sedimentos. En cualquier caso, fósiles de tiempo.
Ayer también sensación de ingravidez mientras miraba las estrellas, el cielo. Gran placer contemplando el cielo, día y noche.
Ayer, idea de la Iglesia. Más que Mater et Magistra, o incluso “Iglesia invisible”, depósito de la revelación y guardián de sí mismo. Nada más – y nada menos.
Anoto el sueño de la pasada semana porque me parece importante: la chica en el tejado.
Sueño de esta noche: sueño de desencuentro, de no coincidencia.
La soledad como posibilidad del reencuentro consigo mismo.
Idea: Puedo imaginarme otro, pero no puedo verme en el otro.
Idea: Ser aquí y ahora. ¿Sin esperanza? Entonces, ¿también sin reaccionar? ¿Acostumbrar al pensamiento y a los sentidos a una extrema lentitud, obligándolos al momento llamado tarde, demasiado tarde, por omisión? Si siempre es el momento y la hora, no hay necesidad de prisas.
Idea: No he encontrado solaz en ninguna idea ajena, y las mías son demasiado fugaces.
Miedo al pensar en Amiel: una vida triste dedicada al registro del tiempo. Todo esto, sobrecargado de redundancias: “miedo al pensar”, “vida triste”, “registro del tiempo”. Lo cierto es que si el paso del tiempo es triste, su registro es un tormento, y esta idea da terror.
Lo malo, lo peor de las “historias” no son las cuitas y problemas que generan, ni siquiera que en el fondo todas las “historias” sean iguales; lo peor es cuando dentro de una “historia” comienzan las repeticiones, y estas sólo lo son de la pena y el dolor.
Esta mañana, los relojes vuelven a ir desacompasados.
Desde Tales, la Historia del mundo, también llamada Occidente, es la Historia de cómo la estupidez puede dominar el mundo. En este caso se trata de la historia de cómo la lentitud de los sentidos puede adueñarse del mundo cuando también existe el pensamiento.
Toda religión es oración: petición y agradecimiento. Agradecimiento como reconocimiento de que en todo momento se recibe lo que se pide – pero centuplicado y, eso sí, velado por nuestra ignorancia. En este sentido, no existe la moral, pues no existe el mal.
Encuentros sutilísimos, al límite de ese abismo que es el no encuentro, la separación. Sin ellos, ni los choques más apasionados harían soportable la vida. Ellos solos, tampoco.
A la soledad hay que despoblarla de fantasmas, o no será soledad.
Recuperar no es conservar ni coleccionar. Una vez que se entra de nuevo en posesión de los fósiles del tiempo, hay que desprenderse inmediatamente de ellos como de relojes que ya no funcionan.
Los sueños no necesitan ser interpretados. Su significado queda revelado con el tiempo en los hechos de los que ellos mismos forman parte.
Con el abandono se aprende a estar solo. Pero tu maestro, y aquel a quien has de estar profundamente agradecido, no es quien te abandona.
Puedo no ponerme, sino estar en la piel de alguien, y experimentar lo mismo, por las mismas causas, y necesitar los dos lo mismo, y al mismo tiempo ser capaz de no ayudar, incluso ser capaz de parasitar un tiempo. Si esto no es un rasgo de bestialidad, de inhumanidad, cómo creer en la existencia del ser humano. Así que la existencia del ser humano siempre es a costa de la humanidad de uno, y creer en el ser humano pasa por confesarse un miserable.
Lo ideal sería poder decir a cada ser amado:
aparecerás un tiempo
en mí
para siempre
Ante la muerte, escucha a Dios; ante el tiempo, calla. - ¿Ves la diferencia? Claro, no la hay.
Para aquel que te deja solo con el tiempo, a la espera, tu soledad se le convertirá en un problema insoluble, porque aprenderás a estar solo y dejarás de esperar.
Todos los personajes de la Biblia están eternamente vivos, y esto sólo es posible porque cada uno de ellos refleja el universo entero. La misma inspiración parece habitar a personajes como Fausto y Don Juan, por otra parte.
Sólo hay una cosa más dura que el silencio de Dios, y es la palabra de Dios. ¿Qué hay que aprender? Que tu palabra sea igual que tu silencio. - ¿Cómo no recordar “Sed perfectos como vuestro Padre que están en los cielos”, y “Sed como diamantes”?
Para no engañarse hay que estar en constante alerta. Por ejemplo, no hay que confundir estrategia de supervivencia con verdad. Cuando los sentimientos están en juego, este peligro es feroz.
Me gustaría saber cuánto del éxito de ciertos dichos se debe a limitaciones de la lengua en el momento de ser enunciados, o a limitaciones de quienes los expresan. En cualquier caso, una lección: El laconismo se extrae de un tipo de universalidad que linda con la estupidez. De ahí se puede destilar un estilo, el estilo del límite de lo mínimo. En el otro extremo, en el del sentido, en el de la riqueza de la lengua y su uso, está el mismo estilo pero elevado a la enésima potencia, por ejemplo, la brevedad polisémica y sinestésica a través de la elipsis y la anfibología.
El cielo, el mar, las flores, los insectos. – Un espíritu libre de tormentos emocionales encuentra en todo esto solaz perpetuo en sus metamorfosis sin fin, en especial porque no están habitados, en su caso, por los fantasmas de los hombres.
Plotino como el mayor alquimista de la Historia: en su crisol fundió hasta la sublimación platonismo y cristianismo.
No ya perseverar, sino incluso forzar el sufrimiento de la soledad es enterrar tesoros. – Algo inútil si luego no hay tiempo para desenterrarlos o se olvida dónde se han inhumado.
Por la noche, muchas cosas están más claras; por ejemplo, que no puedas distinguir, a veces, entre aviones y astros.
Desde luego, la Naturaleza es fascinante. Así, a mí un insecto me cansa pronto, pero un entomólogo me cansa mucho antes.
En los estados en los que el ser humano es una máximo de expresión, no puede aprender nada de sus iguales en la misma coyuntura, porque están en un estado de proporcionalidad inversa entre expresión y humanidad, y todos los seres son iguales en su ser.
En realidad, tengo que ir dándome cuenta, mi realidad no depende ni de lo que yo haga ni de mis intenciones. – Pero me gustaría poder mantener la costumbre de anotar que me voy a dormir: porque es lo mejor de estar despierto, porque no sabes si vas a despertar, y porque no es un acto repetido, pues quizás mañana despiertes y no puedas dormir jamás.
Mi vanidad. – No me la noto en que me gusta saber que me leen, porque eso no es vanidad, sino sentido común; mi vanidad me la noto en que me gusta leerme. ¿Y qué otra cosa es escribir sino vanidad, crear las condiciones para escucharse a uno mismo siempre y las veces que quiera?
Segundo día.
Ayer: No “Cae la noche”, porque cae el Sol, cae el día. En su caída, el Sol arrastra al día para dar paso a la noche, para que el hombre vea que hay más luces, más estrellas. La noche es una bendición, tanto en el cielo como en el sueño, para la memoria.
Me dicen: “El chamán sube a la montaña y se pasa tres días en una roca. Luego baja y comunica a los demás el mensaje que ha recibido”. – Poco que comentar: un caso flagrante de dureza de oído.
Es otro día lleno de minutos, hasta hacer vomitar, en el que sólo hay tiempo y su rastro, que sólo pueden ser acciones permitidas por su hacerse sentir. Así, beber, escribir, fumar, pensar, leer, estarse quieto fingiendo no hacer nada. Cada uno de estos minutos es un asesino confeso: tic, confieso que – tac, te estoy matando. La conciencia secreta tristeza y amargura, los jugos de lo irreversible camino del precipicio. – Pregunta: ¿Es realmente necesario que con el paso del tiempo la conciencia sea, en su mayor parte, un cementerio?
El tabaco es un buen compañero, aunque mate. Y, en esta vida, qué no mata. Gracias a que no embriaga, la conciencia puede observar en toda su pureza la naturaleza y función de los vicios: hacer algo para despistarse y entretenerse un poco mientras acompañamos al tiempo en el asesinato que perpetra con nosotros.
Jünger sólo tuvo un problema: el mismo problema que tendría un purasangre que intentase contarles a los burros qué es correr.
Qué difícil es decir lo que uno piensa y siente cuando sabe que las consecuencias serán más dolorosamente insoportables que el sufrimiento que se padece y del que habla el silencio de lo que se piensa y se siente.
¿Cuándo he ayudado yo a alguien? Nunca. Eso lo dice todo de mí. En estos días tan difíciles, se ha corroborado la vieja sabiduría: En los momentos duros se conoce a los amigos.
“Que tus palabras sean como tus silencios”. – ¿Será posible, cuando la conciencia es un pandemónium, más o menos coherente, de voces?
La traición al mundo puede ser una fidelidad de rango superior. Basta para ello con saberse un medio hacia algo tan perfecto como desconocido que lo convierte a uno en una migaja apenas necesaria.
Con el paso del tiempo, toda conciencia ya sólo es un muladar. ¿Es absolutamente necesario?
Tercer día.
Mi conciencia, que sólo es lucidez, es un faro que ilumina hasta el fondo más profundo de mis cloacas.
El miedo. – Señal de peligro que muchas veces no indica ningún peligro. – Nada hace más daño entre los hombres que hacer o no hacer guiados por el miedo. – No sólo es verdad que “con miedo no se puede vivir”, sino que tampoco se puede morir, y lo único que hace el miedo es perpetuar la decisión de sufrir y hacer sufrir.
La experiencia de la nada puede dejar un rastro de umbrales, por ejemplo en forma de palabras. Quien sea capaz de leer esas palabras con el órgano de la muerte, el alma, que es el órgano del sentir lo insensible, el órgano del saber inerte; quien sea capaz de eso, atravesará con su alma ese umbral y experimentará la nada.
Nietzsche tiene razón si no existe la nada. Y Nietzsche nos puede enseñar cómo tratar la posibilidad de toda imposibilidad, de la nada. Así, habría que hacer un trabajo profundo para dilucidar si las clásicas y habituales asociaciones con las que se revista a la nada son realmente reales. Es decir, si a la nada se la puede asociar, qué sé yo, con la muerte, el dolor, el error o la mentira, y con el miedo y la angustia. Quizás habría que empezar a pensar, de una forma más sobria, sobre la relaciones entre la nada, el ser y el devenir, sin más.
¿Podría desarrollar una pragmática provisional y aprovechar el absurdo?
Pero qué inútil parece todo en cuanto uno se lanza y enreda en los afanes del mundo… Ahí, en vez de ganar peso y sentido, las cosas se vuelven aplastantemente insustanciales e inconsistentes. Y el éxito sólo sirve para acentuar la propia miseria, lo que lleva a tener que multiplicar los esfuerzos para ocultarla.
Tengo que dedicarle unas palabras al dinero: se me está acabando. Creo que son palabras eternas, las que siempre definirán la naturaleza del dinero.
Lo cierto es que para llegar a ser “buena persona”, y ya no digo un santo, o hay que creer que el tiempo o no existe o es una ficción, o hay que creer que el tiempo es un coto cerrado para cazar méritos con el fin de recoger el trofeo en un más allá del tiempo, cuando empieza la gran veda.
Ha pasado lo que tenía que pasar, y a Jünger lo leo con cuarenta años. ¿Qué habría hecho con él a los veinte? Y, por la misma razón, a Nietzsche tenía que leerlo a los veinte años. ¿Qué habría hecho con él leyéndolo por primera vez a los cuarenta?
Y esto se me ocurre ahora porque Jünger está leyendo los fragmentos póstumos de Nietzsche. ¿Y yo, si termino a Jünger, con qué sigo, con los fragmentos póstumos? Para mí, estas cuestiones son prácticamente de vida o muerte.
Uno no deja de asombrarse del corazón humano: cómo es capaz de amar y odiar una misma cosa. Bueno, supongo que la solución a este estúpido enigma es muy sencilla: es así cuando esa cosa con lo que te da te hace estar en el paraíso, y con lo que no te da te hace padecer un infierno.
Abro la Biblia al azar: Salmo 40. Acción de gracias. Petición de auxilio.
Y yo, pobre soy y desdichado,
pero el Señor piensa en mí;
tú, mi socorro y mi libertador,
oh Dios mío, no tardes.
Iba a decir “Noche sin sueños”, pero es el día de hoy el que va a quedarse huérfano de sueños. – Mal empezamos.
La vida, los hechos que se suceden, es fácil de entender; lo difícil es comprender el orden en que se suceden esos hechos. Así, de joven se descubren todas las preguntas, y sólo al llegar a viejo se descubren algunas respuestas, es decir, cuando ya es demasiado tarde. Y si en la vida el conocimiento siempre es “demasiado tarde”, si se responde a la pregunta sobre el sentido y función de ese conocimiento, ¿se tendría la clave para saber si el orden en el que se suceden las cosas en la vida es azaroso y carece de sentido y fin, o bien obedece a un plan con un sentido y una finalidad?
Dios ha de ser vida y dios de la vida, pues la vida es lo más frágil, y lo inerte es eterno en sus metamorfosis. Lo indestructible en el hombre ha de ser, pues, lo inerte. Habría que saber si eso indestructible-inerte es la conciencia (incólume a pesar de perder su encarnación temporal), o el alma como nada en el ser, como órgano de la muerte, como huésped perenne de la muerte y de la nada que anuncia en el tiempo de la vida, a través del saber inerte, su indestructible estar de paso aquí. – Esta y no otra es la gran pregunta y la gran pena del ser humano, porque la existencia o no existencia de Dios no es problemática: si existe, está y estará siempre con nosotros, ayudándonos; y si no existe, la pregunta sigue sin respuesta.
Acabo de descubrir por qué se me mueren las plantas: Estoy tan solo, es decir, tan centrado en mí mismo, que no tengo tiempo para nadie ni para nada más.
Siempre queda otra opción: dejarse abismar en la experiencia del amor y no luchar contra el dolor, la soledad, la desesperanza y la desilusión. O dejar de hacer aquello que según Proust hacemos: “Al amor se le pide amor – y algo más”.
Paradoja: ¿Desperdiciar la vida puede convertirse en una costumbre, en un modo de vida, en una forma de conservar la vida?
Imaginemos que el medio le dice al fin que es un final. – Imaginemos con toda la pureza posible, sin moral ni pragmática. – El medio le dice al fin que es un final. ¿Y qué sucede? Es más, ¿qué importa lo que suceda? Es más, ¿lo que sucede no está ya en el orden de medios y fines y finales? Y, por lo tanto, ¿a qué dar tantas vueltas?
Levanto la cabeza. Hoy, ahora, por fin veo a Venus completamente clara. – Sobran las palabras, más palabras.
Quinto día.
Las figuras de Vautrin y Corentin, uno en la sombra y otro en la oscuridad, ambos inmunes a la belleza y al placer femeninos, se alzan ante mí como enigmáticas posibilidades, tan envidiables como imposibles.
Cuanto más viejo se hace Jünger, más claro deja que no cree ni en Dios ni en los dioses, que no cree en su existencia pre-humana, quiero decir. Y eso que parece tan inteligente.
Quizás debería vivir, de una vez por todas, no como si no tuviese futuro, sino como si me quedase un poco de tiempo. – Esto me llevaría a hacer sin calcular ni esperar consecuencias.
Sexto día.
Sueños, sí, pero de una fealdad ridícula. Y tuve que rescatarlos del olvido nada más despertar con el bichero de lo absurdo. Así pues, comienzo el día con un esfuerzo para que no se me escape algo desagradable.
La pregunta es: ¿Qué significa que en un mundo como este exista el amor? ¿Qué dice eso del mundo y también del amor? – No tengo ni la más remota idea. Pero parece que el mundo es enemigo del amor, y está enamorado de él.
Una cosa parece irrebatible sobre este mundo: la cantidad de dolor es inversamente proporcional a la cantidad de verdad. - ¿Y el amor, y el amor? Parece que se comporta como un tercer término oculto en toda ecuación, como un factor caótico que trastoca las proporciones. ¿Qué es el amor? ¿Qué hace? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué significa la existencia del amor; cuál es su función? – Dolor y verdad, y el amor en el mundo. – Más incógnitas.
¿Qué sucede cuando se encuentran la belleza, con su poder de fascinación y su insalvable fuerza gravitatoria, y la inteligencia, con su poder para iluminar y crear de forma indistinguible, en el mundo del dolor y el error? – Una espiral: ¿Y si esa belleza y esa inteligencia son amos y esclavos del placer?
¿Realmente puede el mundo ser el enemigo del amor y, al mismo tiempo, estar enamorado de él? ¿Quizás sea así precisamente por el tiempo?
Fin del verano. Ya están aquí los preciosos ocasos del otoño.
En las impresiones/reflexiones de Jünger sobre lo inerte-orgánico, no sé por qué quiero ver a Schopenhauer y La voluntad en la Naturaleza. – Por cierto, y por otra parte, hay comentarios de Jünger sobre gramática y estilo que me parecen propios de un quinceañero. A pesar de que su inteligencia, su cultura y su destreza “casi” apabullan, me pregunto cuánto de “instintivo” con relación al lenguaje había en este hombre que a los noventa años recomienda irse a la cama con un diccionario etimológico.
Séptimo día.
Jünger acaba de remitirse a La voluntad en la Naturaleza.
El sacacorchos. – Espiral más palanca. – De la espiral, poco que decir: es la "conciencia" del círculo. – Sobre la palanca: Evidencia que una cosa es la simetría y otra el equilibrio. Así, se puede decir que el Universo es simétrico, carece de equilibrio y se mueve en espiral. – Quien dice el Universo, dice el hombre. – Y dice la mónada, esa fractalidad, más que ser.
La ciencia afirma que el Universo es asimétrico, levógiro. Más bien, habría que decir que el Universo, en su desequilibrio, aspira constantemente a la simetría, que alcanza en su movimiento espiral.
La imposibilidad del círculo (e incluso de la recta) tiene que hacer reflexionar al hombre. Sobre todo, en su inevitable, y casi incontrolable, capacidad para ficcionar perfecciones. Esto también es motivo de reflexión.
Jünger insiste en el valor de los hechos en los diarios, en la importancia de los detalles y las anécdotas en la Historia. – Bobadas. Prueba: sus propios diarios.
Yo. – Una palabra que se me ha vuelto odiosa, tanto dicha por mí como dicha por los demás.
Los ángeles (mensajeros) no son amables, no pueden ser amados, no guardan nuestras “cuatro esquinitas”. Todo aquel que nos dice algo esencialmente profundo de nosotros mismos, nos molesta, pues en cuanto que testigos insobornables, su función es molesta como el espejo en el ascensor en el que de repente nos encontramos con nuestra fealdad.
Cuando sólo hay sufrimiento, sólo cabe desear una cosa: que no se convierta en daño, que el dolor sea dolor. –